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La contención de las angustias maternas y paternas contribuyendo al desarrollo infantil.

Autora: Maria da Graça Palmigiani.


Introducción.

Voy a relatar la consulta de un niño de 15 meses, trigemelo, del sexo masculino, para la cual fue indicado el trabajo de observación Psicoanalítica como Modelo Continente de la Función Materna.

Lo que llevó a los padres a procurar tal trabajo, fue que el niño estaba presentando, cada vez con más intensidad, disturbios en la alimentación, aceptando sólo el biberón, y comportamientos como golpear la cabeza en el piso y pared cuando estaba frustrado. Lo encontraban diferente a los otros hermanos, pues era difícil lidiar con él y temían una evolución de esta conducta hacia disturbios más graves.

 

Técnica.

La aplicación de la metodología de Observación en la relación madre-bebé tuvo inicio en 1987 en el Centro de Estudios Psicoanalíticos Madre-Bebé-Familia en São Paulo.

Ese método, desenvuelto por la psicoanalista Esther Bick (1949), consiste en observar durante dos años la relación de una madre con su bebé desde el nacimiento, realizando visitas semanales a la familia.

Los observadores en grupos frecuentan seminarios con la finalidad de supervisar los datos recogidos durante la visita.

Se verificó, con la supervisión de innumerables casos, que la madre se beneficiaba con frecuencia de la presencia del observador, aunque no hiciera parte de su función tener un papel terapéutico u orientador.

A partir de esa verificación, un grupo de estudios realizado por psicólogos (Marton H.M., Palmigiani M.G., Pernambuco A.R., Ribeiro D.M.S.), del cual yo hago parte y que habían concluído el “Curso de Estudios Observadores y Aplicación de los Conceptos Psicoanalíticos al Trabajo con Niños, Adolescentes y Familias”, pasó a dedicarse sistemáticamente a experiencias de aplicación y reflexión del modelo de observación de la relación madre-bebé en contextos no-clínicos.

De esa experiencia surgió una entidad para la aplicación del modelo de observación que fue denominada Observador Psicoanalítico como Modelo Continente de la Función Materna (Mélega, M.P., 1990).

Esa entidad usa la técnica inspirada en la observación de la relación madre-bebé que preconiza las siguientes actitudes mentales para conocer el objeto: escucha, receptividad, no usar juicios, contener las propias emociones sin ejecutarlas y colocarse en una posición de quien precisa observar y recoger datos para llegar a un sentido.

El Observador Psicoanalítico, como modelo continente de la función materna, se usa de un determinado modo de intervención, concentrando el vínculo entre la madre y el niño en observación en las situaciones en que es visible la dificultad de comunicación del par y donde la madre esté ansiosa por comprender lo que está pasando con el niño.

La aplicación de este trabajo se hizo en las familias, consultorios de pediatras, hospitales, asilos para niños.

Cuando se hace en las familias, consiste en visitas domiciliarias a una madre con un bebé de hasta 2 años de edad por una o dos horas. Generalmente, la sintomatología presentada es: disturbio del sueño, y/o alimentación, y/o conducta, y/o físico. El objetivo es proporcionar un setting a la madre que favorezca la función materna. Tiene la finalidad de llevar a la madre a ser capaz de localizar algunas dificultades en la relación con su bebé - dificultades que interfieren en la crianza del bebé. Activándose los aspectos saludables de la personalidad de la madre, estimulados por la continencia, ese potencial puede emerger y la madre puede hacer uso de sus recursos.


Inicio del Trabajo.

Han sido hechas 8 visitas de observaciones familiares, de las cuales contaré fragmentos de las situaciones vividas durante las mismas, así como las charlas con los padres respecto a las situaciones que llamaban la atención de ellos y que sucedían al final del horario.

En algunas visitas estuvieron presentes la madre, las niñeras y los niños; y en otras, la madre, el padre, las niñeras y los niños.

Llamaré al niño Pedro, al hermano Juan y a la hermana María.

Inicialmente, el contacto fue con los padres en la propia residencia. Explicaron la llegada de los trigemelos, cómo enfrentaron esta situación y cómo se sentían culpables por las dificultades de Pedro.

Pensaban que los principales motivos de la presencia de este comportamiento eran: a) por no tener atractivos físicos que llamasen la atención de las personas, pues el hermano, de ojos verdes, era muy simpático y risueño y la heramana era dócil y muy femenina. Esto hacía que quedase resentido y reaccionase con frustración; y b) por tener que dividir los cuidados y atención con los tres al mismo tiempo.

La madre me contó que en el amamantamiento, por ejemplo, colocaba uno por vez, 5 minutos en cada pecho y complementaba con 5 minutos de biberón, generalmente dado por la niñera, pensando que con esto estaría disminuyendo la frustración de los hijos por no ser atendidos de inmediato.

Entendí que la angustia de los padres aumentaba a medida que los hijos crecían y manifestaban sus deseos y preferencias.

Utilizaron algunos recursos externos en la tentativa de crear más condiciones para cuidar, entender y lidiar con los sentimientos despertados por el contacto con los hijos.

Cuando los niños nacieron, contrataron un servicio que atendía que a madres y bebés, en el sentido de dar orientaciones para entender y ayudar a Pedro.

Había una parte demarcada de la casa para que los niños estuvieran más libres y los padres no se sintieran tan invadidos y confusos para tratar con la manera de ser de cada niño.

Observé la situación de separación entre ellos y el padre, cuando éste fue para el trabajo. Fue un momento tumultuoso y sufrido por todos.

Los niños pidieron ponerse en suregazo y él trató de agarrar a los tres al mismo tiempo; en seguida, pidió ayuda a la madre y ésta sujetó a Pedro. Cuando intentó colocarlos en el piso quedó muy confuso, pues empezaron a llorar y el padre no sabía cómo resolver la situación. Por fin “los largó” y se fue, como huyendo, cerrando la reja que existía en el corredor para que los niños no salieron a otros locales de la casa, dejándolos desesperados.

Ante el dolor de la separación, reaccionaba de manera abrupta, provocando un sentimiento de abandono.

La madre, angustiada, me habló del sufrimiento de no poder agarrar a los tres en su regazo al mismo tiempo, no poder evitar el sufrimiento de ellos y la sensación que tenía de haberse equivocado y ser responsable por las dificultades de Pedro.

Resalté la dificultad de ser padres de tres bebés y dije que comprendía su sentimiento de no ser posible atenderlos al mismo tiempo. Y más, percibí , cómo, ante las dificultades iniciales, buscaron ayuda mutua y externa. Y en aquel momento, sensibles al sentimiento de Pedro, lo hacían nuevamente. A pesar del tumulto provocado por la salida del padre, ellos estaban tranquilos y jugando con las niñeras.

También conversamos sobre la angustia que esta situación provocaba en ellos - padres - derivando, a veces, en actitudes abruptas, provocando mayor desesperación en todos. La madre también comentó que era difícil para ella y el marido conjugar las diferencias en la forma de educar a cada uno de los niños.


Movimientos del Trabajo.

En la tercera visita, la madre me esperaba en el ascensor, pues habían salido para dar una vuelta en coche y los niños dormían en el mismo. Era un día lluvioso y comentó que ellos estaban con gripe y fiebre de 40 grados. A pesar del cansancio estaba con disposición.

La ayudé a llevar al apartamento a los niños en sus cochecitos. Cuando se despertaron me miraron seriamente y con extrañeza.

Me relató que no sabía lo que pasaba, pues Pedro estaba tranquilo, mientras João lloraba mucho reaccionando con un comportamiento similar al de Pedro.

La madre y la niñera se quedaron con los preparativos del biberón, mientras que Pedro fue el único que permaneció más tiempo solo y conmigo. Maria permaneció en la habitación de las niñeras viendo televisión mientras João lloraba mucho.

Por fin, Pedro también resolvió salir del living y se apoyó en la puerta del corredor por donde la madre había salido. Cuando ésta abrió, él se cayó y se golpeó la cabeza, llorando mucho. La madre, muy confusa, lo levantó, lo colocó en su falda y lo llevó al dormitorio. Pienso que la intensidad del llanto provocado por la caída fue una manifestación por haber vivido situaciones como las siguientes: la sorpresa al verme y haberse quedado conmigo, sólo, en la sala, durante un tiempo considerable. Cuando se tranquilizó, comenzó a darle el biberón a João, pues estaba más mañoso, mientras Pedro y Maria esperaban su turno. Les pidió que buscaran libros y el perro de juguete. Pregunté, si las niñeras no la ayudaban en esta tarea.

Me respondió que prefería que fuera así para que ellos no quisieran tomar el biberón con ella.

Al poco João se fue calmando y ella le dio el biberón a Pedro y Maria.

Por fin, todos estaban más tranquilos y comenzaron a jugar al escondite conmigo y con la madre.

Finalmente, me preguntó si me parecía necesario continuar con el trabajo, pues pensaba que Pedro se encontraba mejor en algunos aspectos a pesar de ser difícil tratar con él en situaciones de frustración.

Conversamos en referencia a lo qué observar: ella trataba de cuidar de todo al máximo y pedir ayuda significaba, muchas veces, no estar ejerciendo correctamente su función de madre y provocar más daños a los niños.

Como inició la visita hablando sobre el comportamiento de João, tal vez la dejara angustiada comenzar a observar lo que pasaba con ellos y este sentimiento de fracaso se intensificara.

Resolvió seguir y pidió que yo fuera en horas en las que el marido pudiera participar.

Las visitas familiares continuaron siendo hechas los sábados con la participación del padre.

Observé que a medida que el trabajo iba siendo realizado, los padres usaban mi presencia para entrar en contacto con lo que iba sucediendo sin desesperarse y trataban de pensar sobre lo ocurrido.

Citaré algunos ejemplos que puedan demostrar tal actitud.

En la cuarta visita, Pedro estaba impaciente, con sueño y queriendo el biberón. Se tiraba al piso, lloraba mucho y la niñera trataba de colocarlo en su falda para consolarlo. Le mordió el cuello provocandole sangre. La niñera lo puso en el piso y la madre fue hasta él tratando de conversar. Se quedó más irritado, llorando. Permaneció a su lado y, al poco, Pedro se fue tranquilizando hasta aceptar su regazo y tomar el biberón.

Recuerdo que en la primera visita me contó que la conducta de ellos, cuando Pedro tenía tales comportamientos, era dejarlo llorar diciendo que sólo lo agarrarían cuando se tranquilizase. Procedían así como un castigo, con la intención de modificar el comportamiento.

En la sexta visita, la madre me relató que el día anterior habían ido a un cumpleaños y desde que llegaron a casa, Maria comenzó a gritar, nada de lo que se le ofrecía la calmaba, siendo difícil agarrarla. Esto duró hasta la madrugada. También relataron que se tranquilizó, durmió y que se quedaron preocupados porque durante el sueño, algunas veces, sollozaba. Que no sabían lo que había pasado, pues no estaba con dolor alguno y parecía más un sufrimiento emocional. Aquel día estaba bien y jugando.

Pensaban que esto debía ser una fase que todos pasaban en diferentes períodos y no un problema más serio, como estaban viviendo.

Con esto, hubo cambios en los síntomas iniciales de Pedro: volvió a ingerir alimentos sólidos y a reaccionar de forma más tranquila ante las varias situaciones vividas con los hermanos y los padres.

En la última visita, la madre me habló de la importancia de continuar su psicoterapia, y con esto, tener más capacidad de entender a los niños.

Recientemente supe que Pedro volvió a presentar disturbios de sueño y la madre lo entendió como una “fase” de miedos. Se turnó con la niñera en los cuidados al hijo durante la noche hasta mejorar ese comportamiento.


BIBLIOGRAFÍA

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PALMIGIANI M.G., PERNAMBUCO A.R.C. - “El Observador Psicoanalítico va hacia la Institución - Una Experiencia”. Publicaciones Científicas C.E.R.M.B.F., 1990, Vol I, pp. 89 - 104.

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