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PSICOTERAPIA DE LAS RELACIONES PRIMITIVAS PADRES-BEBES

 

Nara Amália Caron


Paralelamente al trabajo clínico realizado con adultos, me he dedicado al atendimiento psicoanalítico con niños. La experiencia de los últimos diez años con la técnica de la Observación de la Relación Madre-Bebe (M-B) de Esther Bick (1964) contribuyó para que iniciase el abordaje terapéutico con pacientes de cero a dos años de edad.

Esa continua observación me ha permitido aprender la relación interactiva de la dupla, las capacidades del B, la singularidad de la dupla, bien como, deducir que muchas de las disfunciones conectadas al sueño, a la alimentación, al llanto, a la actividad del B, se deben a disturbios en la interacción, o sea, a conflictos que interfieren en esa relación. Además de eso, la O.R.M.B. ilustra frecuentemente algunas necesidades básicas para el desarrollo psíquico de los Bs. como por ejemplo, la presencia de un cuidador, dentro del cual el B pueda colocar sus sensaciones y emociones, tanto para librarse de ellas, cuanto para que la M las conozca y las sienta.

Hace parte de la técnica de la O.R.M.B., ejercitar la descodificación de las comunicaciones no verbales, transmitidas a través de las mutuas I.P., tan presentes en la relación M-B, M-O, B-O.

Constatamos entonces, como enseñó Bion, que la I.P. expresa una necesidad de comunicar alguna cosa a alguien, a un nivel muy profundo, lo que es también un aspecto saludable de este mecanismo de defensa. Podemos acompañar el proceso de evolución de la relación M-B. La comunicación no verbal, el uso del cuerpo para transmitir necesidades y sensaciones, el uso de mecanismos de defensa, no están tan solo dispuestos en la conflictiva de la dupla, pero si, al servicio del desarrollo. Esta es una función positiva, protectora, estructurante del ego y desbravadora del camino de evolución de este niño. Cada B se desarrolla bio-psíquicamente en función de aquella M con quien comparte su existencia. Tal vínculo, se imprime para siempre en su cuerpo y en el funcionamiento de su psiquis.

El B utiliza el lenguaje corporal para expresarse: llanto, sonrisas, gritos, mímica, sueño, gestos. El cuerpo está en primer plano. Es la vía de comunicación real para la comprensión del B, tal como dice Freud que el sueño es la vida real del inconsciente. La M vive durante este período, (hasta 24 meses post-parto), una condición especial para poder estar en sintonía con su bebe y captar esa comunicación. La ocurrencia de fallas en ese mecanismo conduce a sufrimientos y, muchas veces, a la búsqueda de tratamiento. A pesar de que, durante el primer año de vida, el B se presta más a las proyecciones y repetidas atribuciones de significado por parte del adulto, sus contribuciones específicas (no verbales) interfieren en las sesiones, sus características individuales se van nivelando con la participación verbal del adulto.

Padres y Bebes tienen una participación singular, tanto en la problemática constituida, cuanto en el respectivo tratamiento. La complejidad de problemas posibles en este binomio es infinita, pudiendo desencadenarse y sustentarse por ambas partes; lo esencial por lo tanto, no es consecuencia ni del niño, ni de la madre, pero si de la relación que les es inherente. Esto exige que no permanezcamos, tan solo, en las fantasías inconscientes de la M, con el riesgo de quedarnos perdidos en su inconsciente, abandonando al B, el niño presente, real, y también paciente, una vez que, envuelto en los conflictos, es dependiente de esa relación para implementar todo su desarrollo. A seguir algunas ilustraciones clínicas.


En el primer ejemplo destaco un aspecto observado en el trabajo de aplicación de la O.R.M.B. Investigación de la Relación M-B utilizando Ultrasonido, que realizo con las Dras. Eneida Kompinsky y Maria Mercedes Fonseca, en Porto Alegre.

Nos referimos al primer encuentro M-feto, la primera vez que la M puede oír su bebe, visualizar sus movimientos, medidas, imagen o sexo. Es en ese momento, en que ella percibe, que no controla la evolución de la vida del feto e independiente de la edad gestacional, se sorprende por las diferencias, alegrías, frustraciones y la realidad que en ese momento se impone. El adelanto de informaciones a través del examen, puede ocurrir por solicitación médica y/o a pedido de los padres. Constatamos que el hecho interfiere de diferente forma sobre el B imaginario de cada M.

Confirmamos que cada M. reacciona a su manera, a las frustraciones y gratificaciones que el examen brinda, dependiendo de su estructura, historia pasada, edad gestacional, necesidades, conflictos, momentos de vida, relación con su familia y el lugar destinado para este B.

Son momentos muy decisivos, en los cuales nos damos cuenta que en la vida nada es ensayo, todo ya es representación, como dice el actor Vittorio Gassman en una entrevista. Estamos ante hechos consumados: Bs con sus características propias, presentes o ausentes, en el útero de las Ms. Estas, muchas veces, no tienen condiciones de enfrentar, quedan nocauteadas necesitando que el Equipo las contengan, las oigan, le aclaren y las orienten con firmeza.

Muchos casos son semejantes a la neurosis traumática, cuando, la mujer y/o familiares se deparan con la ausencia o presencia de un embarazo deseado o no, malformaciones congénitas, en vias de aborto o sexo no esperado.

Una mujer de 20 años, realiza el examen a pedido de su ginecólogo para una "revisión por aborto espontaneo". Iniciado el examen, aparece en el visor un corazón latiendo ruidosamente y el técnico, de a poco, confirma datos del feto (10 semanas). La paciente entra en pánico, presentando serias reacciones físicas y emocionales, necesitando atendimiento inmediato.

Para esta embarazada, es un sufrimiento terrible, la aceptación de la presencia, de la individualidad y autonomía de su feto. En una sesión de atendimiento posterior, relató haber intentado diversas medidas abortivas, siendo que la última de ellas, había sido una medicación que culminara en una fuerte hemorragia ginecológica acompañada de grandes coágulos de sangre. Estaba convencida que había abortado, ya que no quería este hijo. Después de la ecografía, había marcado un aborto y tuvo nueva crisis, optando, en ese momento, por la consulta combinada.

Está muy asustada con su B, con lo que vio: sus características luchadoras y vivas (sic), que desafiaron sus expectativas y deseos.

Segundo ejemplo: Maria y su José. Orientada por el pediatra, me llamó cuando su B tenía 20 días, refiriéndose al llanto incontrolable del hijo, que iniciaba al atardecer, prolongándose hasta la madrugada, así como la creciente e insoportable ansiedad por su parte. Maria es una mujer joven, rubia, de rostro redondo y fisonomía afligida.

Al verme, inmediatamente se levanta y empieza a hablar, parando solamente una hora y veinte después, cuando encierra la sesión. El B está todo tapado, dentro de la cuna, en el piso.

Cuando el padre llega, ella le alcanza a José, que lo cuida hasta el final de la sesión desempeñándose con mucha naturalidad y destreza en la función de una M con práctica y autorealizada. María se queja del hijo, especialmente por no conseguir dominarlo, a pesar de ser tan pequeño. Señala ideas de abandono, deseo de golpear, agredirlo físicamente, queriendo que José duerma, no obstante, no alcanza su objetivo. Se siente "descontrolada" como nunca lo fue. Esperaba un B "mas blando, menos presente". Describe con clareza serios conflictos con sus padres, con su identidad femenina y con su condición de M. Cuando María destapó el B, me sorprendió su apariencia marcadamente masculina: rostro largo y anguloso, flaco, pelo castaño oscuro, escaso, peinado para el costado y ojos castaños. De inmediato, me inspira simpatía la singularidad de este B, que no es bonito, pero es bien varonil.

Es llamativa, en la sesión, su presencia: se mantiene calmo, despierto, chupando un enorme chupete rosado. Es interesante como mueve el chupete, en un ritmo alternado entre lento y acelerado; en un momento, en un imprevisible impulso levanta los bracitos. Mira a la terapeuta, que quedó capturada en su campo de visión, buscando después a su M. acompañando la voz.

Varias veces, en momentos de tensión, clima triste, José busca contacto con sus ojitos expresivos, ruidos, chupeteos y gestos.

Es evidente que, además de toda el conflicto descrito por la M., ella vive también, una situación especial y natural debido a la gestación y al parto recientes, así como, problemas con su B tan presente, real y participante en la sesión. Esto porque el posee características propias y no correspondió a las expectativas de la M, que por eso negaba su presencia, porque era "muy provocativo, parece un hombre firme". El caso es complejo, habiendo sido comprendido y trabajado desde varios ángulos.

Fue de gran importancia, la participación clara y activa de José con sus 29 días de edad, sus formas de buscar contacto, participar y pedir ayuda, como también, la necesidad gradual de discriminar, por parte de la M, sus conflictos pasados, su condición actual, los problemas relativos a su relación con el B, su marido y sus padres.

La tercera ilustración clínica describe algunas secuencias de la primera consulta de Ana, niña de 20 meses, y su M Rosa. Las quejas se refieren a la conducta insoportable de Ana, que está volviéndose inconveniente, agresiva y llamando la atención en cualquier ambientes, razón por la cual los padres la han castigado.

Estos ya han tomado todas la medidas a su alcance y solo constatan la gravedad de la situación que va en aumento. Rosa es una mujer joven, bonita, alta, habla bajo, manso, actitudes estudiadas, contenidas, con características claramente histéricas. Ana, es una niña graciosa, con cabellos crespos, rubios, prendidos con un broche. Usa un vestido azul marino, sandalias con medias. Cuando la saludo y me presento, ella se detiene, me mira con firmeza y profundamente, observa la sala y hace una media sonrisa, entrando con determinación. La encuentro simpática y especial. Durante más de media hora, la M sigue su relato. Ana siempre atenta, a veces confirma datos a pedido de Rosa. La M dice que está sorprendida con la conducta de Ana en la sesión, totalmente fuera de sus expectativas.

Comienzo a sentirme desconfortable por la intensidad de las quejas de la M, su necesidad de colocar todo dentro de la niña, su falta de senso crítico, de discriminación y la inversión de papeles.

En cierto momento, Ana se levanta, me coge de la mano y me pide que la acompañe a hacer pipí. Entrando en el baño, Ana cierra la puerta, se baja las bragas, se sienta y me pide para quedarme de pie delante de ella. Sacude un poco las piernas, mientras pregunta si yo se de pipí, coco, culo. Levanta los ojos, medio húmedos, me mira diciendo que tiene "un coco grande" y evacua. Yo respondo ...................................................................................

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que a veces se siente llena de cosas que no son suyas y no puede sacárselas porque no tiene un lugar para ellas. Se imagina que yo entiendo de eso. Nos quedamos las dos conmovidas y quietas por unos instantes. Ana rompe el silencio diciéndome que no le limpie el culo, mientras que coge el papel higiénico y trata de hacerlo. Le digo que puedo ayudarla. Ella misma me pasa el papel y la limpio. Ana se viste, trata de apretar la descarga, y con aire de satisfacción me toma de la mano diciendo que el cocozón salió y está quieto dentro del agua. "Tu puedes hacer que se vaya". Entonces volvemos a la sala. La M siguió su relato, brindando más datos y Ana siguió escuchando y jugando.