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AUTONOMÍA Y BISEXUALIDAD EN EL DESARROLLO DEL BEBÉ

Jeanne Pourrinet

El descubrimiento de la Unidad Originaria 1 me había entusiasmado: padre, madre y bebé distintos en una reciprocidad de relaciones en que cada uno incita a los otros dos de tal manera que haya nacimiento o renacimiento psíquico de cada uno de los tres. En efecto, me parece imposible que un bebé pueda desarrollarse sin estos tiempos de armonía entre las tres personas que son padre, madre e hijo al nacimiento de éste. Cuanto mejores hayan sido las interrelaciones, menos difícil será la individuación, por lo tanto, la separación. Era también con curiosidad, alegría y emoción que pudimos, en la primavera pasada, acoger a Hafsa Chbani y a Manuel Pérez-Sánchez en Normandía para, con ellos, entender mejor lo que comprendían por AUTONOMÍA 2 . De ahí nació lo que propongo hoy como reflexión.

Para quien me creyese en una concepción idealizante o rousseauista del desarrollo, agregaré esta anécdota: cuando H. Chbani me pidió que le escribiera someramente el tema de esta intervención, le envié una hoja de la que, a fe mía, estaba bastante contenta, pero cuyo contenido de repente me inquietó, volví a leer y me di cuenta… que había hecho un lapsus entre la función y el estado 3 , entre la situación dada y la experiencia emocional, entre el exterior y el interior, entre el funcionamiento y el ser, con esto está dicho cómo pienso de frágil y susceptible de ruptura el sentimiento de “continuar existiendo”. Espero que pueda expresarme desde mi posición de observadora.

Me siento en desacuerdo con la idea de que todo estaría inscripto en los fantasmas parentales y que el niño sería el receptáculo pasivo. Me siento estimulada con el sentido de la receptividad y de la actividad del bebé. No podemos ignorar que el niño recibe las proyecciones de cada uno de sus dos padres, ellos mismos se enfrentan con las proyecciones no elaboradas de sus propios padres. Freud habló con rigor y arte del narcisismo de los padres 4 . Pero el secreto, para excitar la imaginación de los que curan, corre el riesgo de sumirnos defensivamente en nuestra función antes que estimular nuestra capacidad de comprensión de “la dimension transgeneracional de la constitución del narcisismo”5 . Mi atención sigue alerta cuando D. Meltzer habla de la reacción terapéutica negativa como límite, tarea ciega del analista. El analizado nos hace analista, el bebé observador, el niño padre a condición de aceptar las angustias, a veces, catastróficas, la crisis de identidad familiar — reconocida y nombrada así por Ester Bick — que hace a cada uno de la tríada más rico y más profundo : el padre en sus aspectos masculinos y femeninos, si no está plantado en un masculino demasiado rígido; la madre en su bisexualidad si ella pudo acoger un padre interno para reconocer al padre del niño; el bebé, por su lado, sabe insistir por poco que nos demos los medios para mirarlo y escucharlo. Un estudiante me preguntaba un día sobre la capacidad de ensoñación6 del padre, me parece que es simple y complicado… La capacidad de ensoñación materna está presente en lo femenino del padre. Aprecio la manera de como escribe M. Harris 7 al respecto “El padre tiene que sentirse indispensable desde el comienzo… primero para la madre e indirectamente para el niño, luego, poco a poco para el bebé sólo directamente … Si puede reconocer, durante los primeros días, hasta qué punto su mujer necesita cuidados maternos… él tiene ampliamente de qué satisfacer sus propias aspiraciones maternas… Estas aspiraciones no sirven de nada si se dirigen demasiado exclusivamente hacia el bebé… Es perturbador para un bebé tener dos madres en rivalidad que luchan por captar su atención y su amor… Si dos personas tienen que ocuparse de él, tienen que ponerse de acuerdo y compartir.” Lo mismo ocurre con lo masculino y lo femenino en el interior de cada

uno de los dos padres de manera tal que puedan relacionar, volver a relacionar lo materno y lo paterno en contacto con la vivencia del bebé.

Trabajaba en maternidad cuando los padres entraron a la sala de parto. Estaba a favor del acto concreto de hacerles cortar el cordón umbilical. El gesto podía alentar la puesta en marcha del estado de padre a condición de que el gesto de la realidad exterior viniera a encontrar las identificaciones masculinas y femeninas del mundo psíquico interno. “Sólo hay pensamiento verdadero a partir de la experiencia emocional”, nos enseña Bion.

Me viene a la mente la reflexión llevada cuando trabajaba en la Ayuda Social para la Infancia sobre la violencia de los compañeros, maridos o padres. A menudo difíciles de detectar cuando se trataba de maltrato psíquico, pero también físico; habíamos constatado en varios casos que el hombre-hijo volvía a la casa de su madre que ejercía sobre él un dominio… violento. El fantasma del padre-objeto parcial “secuestrado” en la madre hacía irrupción en la realidad.

El otro día recibo a una niña de ocho años. “Es fuerte” me había dicho el padre, expresión utilizada acerca de la agresividad desplegada para con un hermanito. “Quizás no estuve lo suficientemente atenta a mi embarazo” había dicho la madre, agregando “trabajaba duro para una promoción profesional importante”. Y para darle el pecho“tenía la punta del seno que no salía, no tengo un carácter que pide ayuda” y el padre “tú lo habías llevado durante nueve meses, con el biberón yo podía ocuparme de eso.”¡La fractura de la alianza de lo femenino y de lo masculino en cada uno de ellos era preocupante!

N. Berry 8 habla de yo-mirada “en su actividad de mirada, el niño puede ser autónomo con respecto a la madre: fuera de su presencia visual se distrae con otra cosa, mira, fija, escruta, sigue, observa, suelta y vuelve a tomar. Utiliza, sin duda, las imágenes acústicas. Lo visual tiene esta posibilidad única de ser un medio de exploración.” He aquí un fragmento de sesión en que Vivien recurre a diferentes modalidades sensoriales que se ligarán a una consensualidad bajo la primacía de la mirada, visión binocular con sus aspectos activos y receptivos, la convergencia del campo visual al exterior, el pensamiento de los sentimientos al interior.

 

Es la 26a. observación, es el 13 de mayo, Vivien tiene 7 meses y medio.

Llego cinco minutos antes, hoy se circula mejor. La señora L. abre la puerta del garaje con Vivien en el brazo izquierdo. Se va para acompañar a los niños mayores a la escuela. Desaparece para volver a aparecer saliendo de la casa, ya en camino:

Le dejo el bebé.

Nos encontramos a media distancia entre mi coche y la entrada cuando la alcanzo, Vivien me hace una gran sonrisa, nos saludamos. Volvemos a entrar y mientras ella lo ata en su “baby-relax”:

Tuvo fiebre ayer y anteayer, hoy nada, tiene dos dientes. ¡Hasta luego!

Ella pone el pórtico9 … Él continúa mirándome sonriente. Toma el trapecio con su mano izquierda, golpea con un golpecito seco el montante izquierdo del pórtico, luego el pontante derecho, lo hace pasar por encima del montante superior, luego lo lleva hacia abajo con un gesto en redondo hacia él. Al querer precisar el gesto, me doy cuenta que ha dibujado una cruz: de izquierda a derecha, luego, de arriba hacia abajo.

Después, toma el muñeco de madera con sus dos manos y vuelve a comenzar la secuencia de la semana pasada: sucesivamente se pone en la boca un pie, un brazo, aleja el muñeco y hace tintinear el cascabel con su índice derecho apuntado. Toma luego el espejo y echa una ojeada: se ha visto, sin duda todavía furtivamente. Lo tiene con la mano izquierda y lo toca ligeramente con los dedos de la otra mano bien abierta. Antes, raspaba el objeto con sus uñas. Luego modula:

¡Aheu, aheu!

Me mira,

¡Baba, baba!

Su hermano me contaba la semana pasada: “ahora dice papá, papá”. Bajo la mirada hacia mi bolso para tomar un pañuelo, cuando la vuelvo a levantar me preocupo al ver que los ojos del niño se van para atrás, y que los párpados se bajan. Gira enérgicamente la cabeza de derecha a izquierda. Con el crepitar del fuego en la chimenea, entreabre los ojos, está atento, la realidad exterior familiar lo tranquiliza. Se duerme. Pienso en el bautismo reciente, en la ausencia del abuelo, la gravedad de la enfermedad, la muerte cercana, pienso en el bebé que pudo sentir que la mirada de su madre hacia él decaía.

Pasan unos minutos y se oye un ruido de motor. Son las 9hs 5 ó 7. La Sra. L. No tardó mucho. Vivien entreabre los ojos cuando el perro ladra fuera. Los abre bien grandes con el ruido del cierre de la puerta del coche. Recibe a su madre con una gran sonrisa… Se inclina hacia él, le acaricia la mejilla y dice muy tiernamente “mi picarón”. Se va hacia la cocina y vuelve con una “vainilla”. Se la da, la toma con la mano izquierda y la utiliza como antes el trapecio: golpea contra el montante izquierdo del pórtico, luego el montante derecho, lo lleva después de arriba hacia abajo.


Estoy maravillada por la manera de constituir los lazos: los puntos cardinales, los diferentes elementos, la Cruz de Cristo, las partes del cuerpo, las partes bebé-mamá 10 y también la “orientabilidad”, en el sentido que le da D. Houzel 11 : si el bebé toma el lugar de un abuelo, en vez de ir hacia adelante, será tirado hacia atrás, con un movimiento regresivo.


Después de eso, pasa la galletita de su mano izquierda a su mano derecha y se la pone en la boca. La frota contra sus encías, cierra la boca por encima, la ablanda un poco con su saliva. Con su índice izquierdo roza la ranura situada a lo largo de la galletita, con el dedo gordo del pie izquierdo roza su pie derecho.

Suelta la galletita al pie del pórtico. La mamá vuelve:

¿Has comido la vainilla?

Un poco molesta, le digo que se le ha escapado y dirijo mi mirada hacia el lugar donde había caído. No la veo. No comprendo y digo:

¡Estaba ahí!

¡Oh, es el perro, es Harmonie que la comió!

La Sra. L. se va y vuelve con otra galletita.Se la da diciendo: “Gracias mamá”. Vivien la toma, la pasa de una mano a otra y la come. Mascaba mientras movía rítmicamente el pie izquierdo.

Luego pone su puño derecho dentro de la palma de la mano izquierda. Con el índice de la mano abierta, roza la palma de la otra mano que acaba de abrir, lo sube hacia el labio superior y lo se lo pone en la boca.

Durante este tiempo, lleva su pie izquierdo hasta que cruce el pie derecho, luego lo sube a lo largo de su pierna hasta la rodilla.


Esta secuencia se repite de algo más exterior, lejano, con el trapecio y el muñeco, hacia algo más interior: galletita, partes izquierda y derecha del cuerpo, en un

movimiento activo de introyección, como el modelo del pezón-boca. Hay aquí otros dos aspectos de la bisexualidad: lo duro y lo blando, asociado en la misma sesión.


Es la 35a. observación, es el 19 de agosto, Vivien tiene 10 meses y tres semanas.

Vivien está sentado en su parque. Saca, pasando la mano derecha entre dos barrotes, un llavero de plástico, entra la mano, la saca, vuelve a tomar el llavero, lo entra, lo saca más cerca mío, lo deja. Hace lo mismo con el sonajero utilizado en el juego con su padre a la vuelta de las vacaciones, tiene una parte central con un “pezón” sobre el cual pone primero el índice. Trata de sacar el sonajero formado por dos conos juntos, no puede. Toma el muñeco-busto del coche de su hermano, utilizado también al volver de las vacaciones, aquí también pone el índice sobre la parte saliente antes de sacarlo. Golpea con la palma de la mano el embaldosado. Entra la mano y golpea la alfombra suave del parque.

Ve entonces, al exterior del parque, un hoja larga, fina y seca, caída de la planta de la maceta cercana. La toma de una punta entre el pulgar y el índice izquierdos y la lleva al interior. Toca la otra punta con su índice derecho, la toma entre el pulgar y el índice, la pliega en dos y trata de juntar las dos puntas. No puede, la despliega, vuelve a tocar la punta que está cerca de su índice derecho. Oigo:

mamama… mama.

La vuelve a tomar con delicadeza entre el pulgar y el índice y esta vez logra juntar las dos puntas.


Trabaja con calma en las oposiciones duro y blando, relieve y hueco, entrada y salida, luego las junta.


Entonces, suelta la hoja que cae al suelo a su izquierda.Toma una pequeña forma octogonal ahuecada y pone su índice izquierdo en el interior. Luego, toma la casa de las formas y pasa el índice por la ventana, la chimenea, de nuevo por la ventana mientras mira por la chimenea. Deja y toma otro juguete que no identifico enseguida. Sólo cuando lo cambia de mano comprendo que se trata de un sonajero triangular. Lo tiene por uno de sus lados, hace mover sucesivamente las tres bolas situadas en cada una de las puntas. Desde mi lugar puedo distinguir ojos, nariz, boca sobre una de ellas. ¡Los mismos rasgos que el muñeco de madera! Deja este juego y toma el llavero del que tendrá tres llaves en la mano derecha, utilizando su índice izquierdo para ponerlo en la parte redonda ahuecada de cada una. Un juego manualmente muy fino acompañado de:

¡Aquereu, aquereu!

Me encuentro tan activada por mi… curiosidad que no sé más en que momento los grandes vienen a decirme “Hola”. Estaban en la cocina con la madre… La mayor me muestra la niña sentada en el canapé:

Es mi prima grande, ¡es muy amable!

El segundo sigue y subraya:

Es mi prima grande, ¡la quiero mucho!

Agrega:

¡El hermanito se hizo caca en los calzones!

y su hermana:

Y como toca su “zanahoria”, había un poco de caca…, ¡huele mal!

¡Aurélie!

repara la madre.Vuelven a irse a la cocina. Los niños volverán algunos instantes más tarde, cada uno con el traje de baño en la mano: un slip pequeño para Rémy que señala:

Mira “seora”.

uno “grande” de una pieza para Aurélie que agrega:

Vamos al Bocasse.


Se trata de un parque de diversiones. En este contexto edípico, ¡pensaba en los célebres Cuentos… de Bocaccio!


Salen, la niña vuelve a aparecer, teniendo en las dos manos un sostén de bañador negro festoneado:

Es de mi prima.

¡Admiración y envidia en la voz! Luego el mismo gesto con el slip.

Es de ella también, se llama Peggy.

Se va.


El trabajo de búsqueda y de elaboración del más joven sobre la sexuación y la escena primitiva, ofrece la posibilidad, aunque en el registro de la excitación, de un cambio psíquico en los grandes.


Es la 67a. observación, es el 23 de junio, Vivien tiene 22 meses.

Rémy hace una entrada relevante. Está en bermudas y remera gris, zapatillas azules y zoquetes blancos. Agita una ametralladora de agua con colores “fluo”. Prueba con un chorro, no sale nada, se pone a llorar. La mamá le dice que lo va a arreglar. Examina el aparato y le muestra como utilizarlo. A partir de ahí, tenemos derecho a un festival de mojadura: ¡un pino, el perro! Momento delicado después: prueba con el hermanito que se ha bajado de las rodillas de la madre y comienza a dar una vuelta alrededor de la casa por el lado del huerto. Continúa alejándose. ¡Rémy encuentra otros blancos!

Después de unos minutos, me levanto y alcanzo a Vivien. Está cerca de la puerta de entrada, me muestra una raqueta de badmington, da un paso prudente por la pequeña desnivelación de la terraza. Recoge la raqueta, se pasea con ella hasta la tapia baja del otro lado de la cual se encuentra una franja de césped y los pinos que marcan el límite del terreno. Vivien suelta la raqueta y se sienta en la tapia justo a su altura, pone la mano a la derecha indicándome así que puedo sentarme. Me mira y sonríe ¡otra vez contento de haber recuperado la observación para él sólo! ¡Es al mismo tiempo cómico y emotivo! Uno de los últimos momentos “de intimidad”. Se levanta y baja el sendero, toma hacia su derecha donde ve un cochecito rosa-viejo, sin duda de su hermana. Está poniendo piedritas cuando lleva Rémy apuntando con su ametralladora hacia el cielo.


¿Vivien pasea los bebés-pensamientos interiorizados con la observación? Su hermano se los envidia y se los ataca.


La dirige inmediatamente hacia el cochecito y tira un chorro y luego otro, su hermano patalea de rabia, trata de empujarlo pero el otro se esquiva. Entonces, Vivien lleva el cochecito hasta la tranca de la reja que levanta rápidamente. ¡Sin embargo es una barra de hierro pesada! La reja se abre un poco, y trata de pasar por ahí la cabeza. Puede quedar atrapado. Decido decirle que es seguro que su mamá no está de acuerdo y levanto la tranca. Él la mueve de nuevo con facilidad y no sé qué hacer. Es hábil pero podría lastimarse. La mamá llega, tiene el vestido de Aurélie, me muestra la puntilla levantada en faldones por flores. Le digo que trabajó mucho y logró un vestido muy bonito. Se queda pensando unos momentos. A su hijo Vivien dice:

¡Te prohibo!


Sin duda, la búsqueda, en un equilibrio bisexual, de los límites justos dados por el padre de la realidad exterior y el padre en el interior de la madre.


Rémy vuelve a tirar, Vivien empuja el cochecito con rabia y se pone a cubierto entre dos pinos de la cerca. Rémy vuelve a la carga, el pequeño se esconde detrás de los pinos. La mamá trata de parar al grande. Vivien empuja y tira el cochecito para protegerse de su hermano. Sale de los pinos y se va de nuevo hacia la tranca que levanta antes de que la mamá pueda intervenir. Ella se enoja, cierra, me dice que será necesario poner algo con mejor seguridad. Rémy se aleja.

¡Tú, esta tarde vas a ir a la escuela!

El pequeño recibe una azotaina sobre los pañales. El castigo es duro, se pone a llorar muy fuerte subiendo el césped. El papá aparece entonces, en el balcón del primer piso, aguilón de la casa y ventana de su habitación:

¡Pobrecito, bajo “mi tití”!

Los llantos aumentan, luego, de golpe, Vivien se agacha y recoge un pétalo de rosa rojo. Lo toma entre dos dedos y dice:

¡Oh!

La mamá lo admira con él,

Suave, suave,

dice pasando el dedo sobre lo aterciopelado. El padre ahora está cerca de nosotros, nos saludamos. Me pregunta si quiero un café, toma a su hijo en brazos,

Ven, ¡te gotea la nariz, no tengo pañuelo!

Lágrimas y moco mezclados. El Sr. L. entra en la casa y sienta a su hijo en el borde de la mesa:

¡Eres ya grande, tú no te mueves, voy a buscar un pañuelo y vuelvo!

El niño se hiergue, muy orgulloso. En efecto, no se mueve. El padre vuelve, le suena la nariz. Vivien, puesto de pie, sale de nuevo. Vuelve hacia los rosales donde toca las hojas luego, una rosa:

¡No, no!

dice la madre y le da dos pétalos caídos en el suelo. Tiene los pétalos, trata de encontrar otros por la tierra.


Cuando está en una identificación masculina, ¿no tiene más derecho a los pétalos suaves de la identificación femenina?


El Sr. L. entra en la casa, vuelve a salir con tres tazas, el azúcar y las cucharillas, esta vez, con la cafetera haciendo juego, que posa en la mesa:

¡El café está servido, señoras!

¡Oh! ¡Vaya!

dice ella, sonriente y confusa a la vez. Ha tomado a Vivien en brazos. Le rodea el cuello con su brazo derecho, tiende el brazo izquierdo hacia su padre, éste se acerca. Lo abraza. Las dos caras de los padres están cerca, se besan. Luego, el Sr. L. se da vuelta hacia mí:

¡Le gusta mucho cuando hace que nos besemos!

Se dirige hacia la mesa y se sienta, su mujer se sienta al lado de él, estoy delante de ellos. Estábamos así unos días después del nacimiento de Vivien, era en el interior de la casa. Vivien, ya no en brazos de su madre, va hacia un pequeño sillón cerca de una mesita blanca de niños. El papá se levanta, se va y vuelve con un gran vaso de zumo de naranja. La mamá instala a Vivien en el sillón. Los dos vuelven a sentarse. Vivien bebe con seriedad, lo miramos.


Diferencia de bebidas: café / zumo de naranja. Diferencia de generaciones.


Rémy le pide al padre que llene la ametralladora con agua. Éste le responde:

¡Ten paciencia, llenaré una palangana de agua, te mostraré cómo llenar la ametralladora, cinco minutos, vale!

Rémy está contento, el papá bebe el café, habla de su salud. Rémy dice que Harmonie tiene sed. El padre se levanta, va a poner agua en el platito y vuelve a sentarse. Continúa sobre su dolor de garganta.

Durante este tiempo, Rémy punciona el agua del perro con su ametralladora, luego da una patada dentro:

¡Harmonie ha volcado todo!

La mamá:

¡Sí, hace así cuando está harta!

Me cuesta contener la risa… Rémy va a sentarse cerca de su padre y espera con calma. Los padres hablan de una niñita, amiga de Rémy: se quieren, la maestra dijo:

¿Están al corriente?

Claro que sí

dice el papá amablemente pasando la mano por la nuca de su hijo.

Vivien ha terminado de beber, se levanta, mueve la silla,

¿Qué está por hacer?

se pregunta el padre.

¡Ah! la mamá que se pasa todo el día con su “titi” sabe lo que significa. Quiere acomodar la silla en su lugar.

Ella se levanta y le ayuda. Vivien se va hacia el lado del huerto de la casa y se propone mover trozos de ladrillos puestos en una caja grande que le llega hasta la cintura. La mamá lo mira justo en el momento en que el peso de un ladrillo se lo lleva.


¡El padre es un equilibrista! ¿Cómo pudo encontrar el equilibrio entre la palangana que volcó Rémy y Vivien que casi se cae dentro de la caja de ladrillos?


Casi se cae de cabeza, ha sabido ponerse de pie pero la mamá tuvo miedo,

¡Basta, no, sal de ahí!

El padre llega, estaba con el mayor. La madre había observado cuando nos levantábamos:

¡Tus cinco minutos son largos!


Esos minutos, sin duda largos para la mamá identificada a Rémy cuando ella no está apoyada por el padre.

¡En quice días tiene que desaparecer todo esto!

Pienso que se refiere a las obras de la terraza. Vivien continúa dando vueltas alrededor de la casa. Es la hora. Los dos padres me acompañan hasta la verja y hablan juntos de la tranca que hay que modificar. Él dice:

¡Esto también, voy a poner un gancho!

¡No se puede hacer todo al mismo tiempo, en seis años hemos hecho mucho, responde la madre!

Les deseo que sigan bien. Vivien está cerca de nosotros. Rémy debe estar jugando con el agua…

Los saludo.


Mientras los niños se pelean, postergan el momento de pensar que ambos estarán excluidos de la escena primitiva. Pero, se pelean también los cambios de los aspectos masculinos y femeninos de la personalidad, al menos, de los dos padres si no es de cada miembro de la familia.



Quisiera terminar con las palabras del Sr. L. unas semanas más tarde. La Sra. L. está orgullosa de mostrarme la terraza terminada. El Sr. dice:

—Trabajamos mucho, mi cuñado y unos amigos vinieron a ayudarnos. ¡Fue duro y hacía mucho calor!

Tuvimos que colocar los trozos de mármol rosa como en un rompecabezas. Me da detalles técnicos sobre la cerámica que hay que trabajarla rápido si no se seca…

— ¡Me gusta mucho!, es creativo.

dice y agrega:

— ¡Las juntas me llevarán una semana!

Aurélie y Rémy tienen cada uno un muñeco de plástico verde y azul. La mamá les explica que se adhiere. Van a pasarlo bajo el agua, lo tiran contra el vidrio, el pequeño muñeco-equilibrista se adhiere y baja por el vidrio… ¡la cabeza, los pies, la cabeza! Vivien quiere un muñeco. ¡Lo tira! ¡Una huella húmeda sobre el vidrio… la mirada de la separación de la pequeña infancia! Es una bella imagen de la posición depresiva descripta por M. Klein.


Les dejo reflexionar sobre la creatividad que proviene de la alianza entre la belleza del mármol rosa del femenino y la dureza del trabajo del lazo-enlazando las juntas de la responsabilidad paterna.


Barcelona, 28 de septiembre de 1996