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Reflexiones Sobre El Método De Observación De La Relación Madre Y Bebé.

Joaquim A A Couto Rosa

Esta reflexiones se basan en la experiencia desde hace más de veinte años como Coordinador del Curso "Observación de la relación madre y bebé", impartido a alumnos del Instituto de la Sociedad Brasileña de Psicoanálisis de Rio de Janeiro (SBPRJ). El curso se vincula al programa de enseñanza oficial destinado a la formación de psicoanalistas.

El método allí utilizado es, básicamente, el que desarrolló Esther Bick en Inglaterra.

Por haber sido impulsado por una psicoanalista, y ahora realizado como parte de la preparación de psicoanalistas y psicoterapeutas, creemos que se vincula al mismo método de observación en psicoanálisis. Y es principalmente a partir de este aspecto que vamos a reflexionar.

Desde luego, algunas da cuestiones que se plantearán aquí han sido ya señaladas, minuciosamente, en el libro Closely Observed Infants, de Michel Rustin, en especial las del capítulo referente a la responsabilidad.

Empezaremos por recordar y citar Freud: "He aprendido a tirar de las riendas mis tendencias especulativas y a seguir las olvidadas enseñanzas de mi maestro Charcot, o sea, observar las mismas cosas una vez más, y otra mäs aún, hasta que ellas empiecen a hablar".

Utilizamos la metáfora freudiana porque ella puede servir de punto de partida para la aclaración del vínculo al sobredicho método, aunque conlleva una falla significativa: sugiere el lugar del observador en un determinado campo y el del objeto de observación en otro distinto. A nuestro juicio, estos dos campos sufren una interacción mientras se produce la experiencia de la observación. Sin embargo, en una observación participativa como la nuestra, el observador forma parte de un proceso, no siendo ésta, por lo tanto, una experiencia unilateral y solitaria. Al igual que el objeto observado, el observador, en cuanto ser humano, participa en la posesión de toda su historia y de toda su subjetividad.

A pesar de esta restricción, creemos que en la metáfora de Freud se hallan las bases principales del método de observación en el psicoanálisis, por lo cual aquélla acabó resultando en la elaborada teoría de atención mudable y, por extensión, en la de la asociación libre de ideas hasta hoy aceptadas, aparentemente, y utilizadas en la práctica analítica por los psicoanalistas en general. En nuestra opinión, las elaboraciones posteriores a este método mantuvieron intocables los mencionados planteamientos freudianos, aunque hubieran podido enriquecerse con otros elementos que les han sido añadidos después poco a poco. Es el caso de la contribución que le prestó el psicoanalista inglés W.Bion cuando, al desarrollar sus ideas sobre el asunto, introdujo la teoría de la abstención de la memoria y del deseo.

Otro aspecto común al ámbito psicoanalítico lo señala el Diccionario del pensamiento kleiniano, de R.D.Hinshelwood, en su artículo sobre observación de la relación entre madre y bebé. En primer lugar, considera que uno de los grandes problemas con los cuales nos enfrentamos los psicoanalistas está relacionado con el hecho de que no tenemos acceso al mundo psíquico del niño. Y como en el estadio de desarrollo el proceso de simbolización es tan sólo incipiente, la comunicación entre el bebé y el mundo exterior resulta demasiado precaria, a medida que ésta dependa, básicamente, de dicho proceso. Por lo tanto, podríamos ponerlo en tela de juicio si, en efecto, fueran viables el acceso a la mente del bebé y el reconocimiento de sus fantasías, sensaciones, representaciones y otras producciones mentales. En segundo, alude a la existencia de la comunicación no simbólica - apoyándose en la teoría de la idenficación proyecttiva, sobre todo en su forma más ampliada (identificación proyectiva realista) -, en donde se visualiza la posibilidad de haber un método para observar la mente del bebé. El planteamiento de dicha teoría, aunque no es una forma de comunicación simbólica, sirve de instrumento para producir impactos directos de um determinado estado mental sobre otra mente, hecho que implicaría un potencial comunicativo fuera del mundo de los símbolos.1

En la observación de bebés, tenemos en cuente frecuentemente el fenómeno producido por la identificación projectiva, que funciona como um instrumento de comunicación, a veces capaz de poner de manifiesto las interacciones del niño y sus objetos exteriores e interiores.

En nuestro entender, la madre desempeña un papel fundamental en esta forma de comunicación. Es en la madre y, sobre todo, a través de ella, donde el "impacto directo de un estado mental sobre otra mente", podrá lograr expressión simbólica y, por lo tanto, convertirse realmente en un elemento de comunicación en su sentido formal.

Aún en el ámbito del psicoanálisis, merece la pena que reflexionemos sobre otro tema: el uso de la intuición como instrumento de investigación y de comunicación. Ante la circunstancia de que los objetos de observación del psicoanalista no poseen atributos sensoriales inmediatos, tales como forma, color, olor etc., Bion señala que trendríamos que recurrir a otros medios de acceso a los contenidos mentales.

Mientras, por ejemplo, el médico huele, mira, ausculta y palpa, el psicoanalista, en cambio, usa la intuición, porque la ansiedad, el miedo, el amor, las fantasías y las demás representaciones mentales no se presentan bajo los aspectos comunes a la percepción. (Hay que recordar que para Bion la intuición pertenece a la categoría de sistema deductivo-científico utilizado por el psicoanalista como un medio válido de investigación, sin cualquier connotación frívola o mágica, al igual que lo empleado legítimamente en otras ciencias.). Por consiguiente, cuando nos referimos a este instrumento más de trabajo en nuestra observación, además de los han sido mencionados antes, y vinculados a la posición del observador, es porque de este modo él conlleva aspectos subjetivos y autorreflexivos.

No nos gustaría seguir en adelante sin antes recordar que, en otras áreas de conocimiento, pero no en la del psicoanálisis, diversos estudios e investigaciones han sido realizados para tratar de dilucidar estas mismas cuestiones vinculadas a las más primitivas formas de relación y de comunicación entre madres y bebés. Resulta que es un territorio muy obscuro y desconocido todavía. Creemos que estamos dando solamente los primeros pasos con el intento de comprender los orígenes del desenvolvimiento de la mente, así como de la comunicación humana más precoz. A continuación y a título de ejemplo, hay que señalar los estudios efectuados por el investigador del desarrollo del comportamiento de bebés - Condon -, los cuales nos revelan cómo los recién nacidos, de muy pocos días de vida, son capaces de hacer movimientos corporales ordenados y sincronizados al compás del ritmo equivalente al de la voz de sus maders, cuando se ponen la una y el otro atentos entre sí. Se basa él en la hipótesis de que esta coincidencia rítmica estaría al servicio de la comunicación primera entre madres y niños.

Ahora, hay que subrayar todos los datos recién presentados, pues ellos nos imponen una gran limitación y disciplina. Y todo ello porque nuestro método no nos permite más que trabajar sobre hipótesis y conjeturas que han ido adquiriendo consistencia o no a lo largo de la experiencia. Dicho método suele exigir de quien lo emplea una cualidad imprescindible: tener paciencia para esperar que las cosas "hablen por sí mismas".

Enseguida, haremos referencia a fragmentos de algumas observaciones detectadas entre familias distintas que, por un lado, sugieren la presencia o no de la comunicación muy procoz entre madres y bebés y, por otro, la existencia o no de los aspectos que hemos descrito hasta ahora.

La primera es respecto a una familia muy humilde y simple, social y culturalmente, que vive en una de las más carentes chabolas de Río de Janeiro.

Se trata, sobre todo, del caso de una mujer de rara sensibilidad cuyo niño, según se sabe, nació excepcionalmente bien dotado.

Desde los primeros momentos, madre e hijo formaban una pareja que, por decirlo así, se iba muy bien. La madre estaba siempre muy atenta, además de ser cariñosa y comunicativa hacia él a quien sólo alimentaba dándole el pecho. Ella misma le cuidaba durante su primer año de vida y de observación.

"Conversaba" mucho con su bebé, intentando darle el nombre de las cosas y describirle todo lo que hacía, así como imaginabla lo que podría ocurrirle.

Según la observadora, la "conversación" era acerca de comentarios que siempre venían a propósito y tenían coherencia. El bebé, que era simpático e inteligente, dentro de poco se convirtió en un "ser humano sonoro", ya que contestaba a las palabras de la madre a través de sonidos muy expresivos mientras se detenía en sus actividades solitarias. La madre, en cambio, solía hablar por él respecto a lo que suponía ser sus necesidades en aquel momento y, casi siempre, con un aire de quien indaga, pero jamás de quien tiene certezas o hace afirmaciones categóricas. No sólo le daba nombre a los gestos y comportamientos, sino también a las partes de su cuerpo cuando le daba baño o le cambiaba la ropa, mediante un ejercicio perfecto como para integrarse en su cuerpo y, quizás, en su personalidad.

Cierta ocasión, en uno esos momentos de mucha intimidada, cuando tenía sólo veintidós días de nacido, el bebé se puso muy inquieto y aparentemente infeliz después de haber llorado durante un largo rato. La madre se preguntaba el porqué de todo aquello, por lo visto, conjeturando y pensando a la vez sobre un sinnúmero de hipótesis mientras le daba el pecho. Sin embargo, tras haber conversado con su madre, ella concluyó que la causa del malestar del niño podría ser el frío. Lo envolvió, entonces, y lo cogió en brazos quedándose con él silenciosamente. Enseguida, el bebé se calmó.

Después, la madre se lo comentó con la observadora: "Es evidente que no debe de haber sido por el frío... Hoy incluso hace calor... Viéndolo así todito envuelto en esta manta..., pienso que los bebés a veces echan de menos el tiempo en que vivieron allá dentro de la panza de una... Me imagino cómo debían sentirse allí más seguros, por lo cual, de vez en cuando les da la gana de volver haciar dentro".

Luego, le contó, también, que se había quedado muy asustada mientras asistía por la televisión a un reportaje sobre bebés que mueren sin más ni más. Y se pasó gran parte del tiempo de la observación justificando el porqué del susto, quizá, con el intento de ir elaborando sus ansiedades, fantasías y temores en cuanto a estas desagradables cuestiones relacionadas con el "miedo de morir", que suelen presentarse durante ese período delicado de la existencia de los recién nacidos, así como en la mente de sus madres.

Hemos conjeturado, pues, respecto a los momentos en que los temores, las fantasías y ansiedades estarían en la intersección de la relación de aquella madre y aquel bebé. Hay que destacar un interrogante que, a nuestro jucio, parece válido: quién sabe si el proceso de elaboración de aquélla no estaría implicando una "conversación" con su propia madre y, análogamente, con su propia experiencia pasada en cuanto bebé?

No nos gostaría pasar a otro relato, sin antes señalar - sólo para apoyarnos en el oportuno planteamiento de Winnicott - que la sensibilidad y la facultad de ser madre naturalmente adecuada no dependen, necesariamente, de cualquier sofisticación de orden social o cultural, lo que se puede comprobar con la historia anterior en que el bebé, por suerte, ha sido generado y tratado por aquel humanísimo ser-madre de una chabola.

Ahora, vamos a destacar otro caso que forma parte de la historia de una niñita. Se trata, desde luego, de un fragmento todavía mucho más pequeño que el anterior. La niñita es un bebé de aproximadamente cuatro meses.

Una mañana, su madre, sintiédose muy afligida y algo deprimida dijo a la observadora que el día empezaba mal, que le estaba resultando muy pesado, "fatal", porque su hija no sólo se había puesto demasiado inquieta, sino también le había rechazado cuando le daba el pecho. Era una situación, además, que no solía ocurriles, ya que las dos a la hora de la amamantación se iban bien. La madre echaba la culpa a sí misma, se creía responsable de todo aquello.

Luego, relacionó su estado de ánimo con lo que pasó el día anterior cuando murió el pajarito que les encantaba a todos de su familia, sobre todo a sus hijos mayores. Mientras conversaba con la observadora pensó que su angustia debía de tener cualquier correlación con lo que estava hablando con su interlocutora. De ahí empezó a acordarse de que tenía dos años, época del fallecimiento de la hermana menor que ella. Y, por fin, concluyó que "todas esas cosas" le habían afectado mucho, así como a su niña. En nuestra opinión, tanto en este caso como en el anterior, ansiedades no definidas ni discriminadas al respecto de la muerte, estuvieron presentes a la madre y a su bebé en aquella ocasión.

A continuación, un fragmento más de otra historia referente a un bebé de dos meses.

De acuerdo con la descripción del observador, cuando se inició la observación el niño estaba dormido. Pero, de repente, él se despierta asustado y empieza a llorar copiosamente.

Y sigue describiendo el observador.

La madre, que no se hallaba en la misma habitación, viene apresurada y se acerca a la cuna. Se dirige hacia el bebé y le dice en un tono "tranquilo": "Qué ha pasado?...Qué te pasó, hijo?... Te despertaste asustiado, verdad? Pero, qué ocurre?"

Enseguida, el niño se va calmando poco a poco, pero aún aparentando tener aflicción. Se guiña el ojo sin cesar, por lo cual llama la atención de la madre: no era habitual en él esa forma de comportarse. Mientras tanto, ella continuaba conversando con su bebé. Y, como convenciéndole, dice que él se había despertado por no saber, de cierto, "dónde estaba". Opina, entonces, el observador sobre el hecho de que el niño podría haberse cunfundido al despertarse porque, seguramente no sabía ni donde ni en qué estado se hallaba aun despierto o dormido.

Y la madre seguía hablando con el hijo. Al fin y al cabo, llega poco más o menos a la misma conclusión del observador, sin que los dos hubiesen dicho entre sí una palabra siquiera sobre el asunto.

Mientras le hablaba la madre, el niño, muy serio y aún guiñando el ojo, la mira de hito en hito. Luego, deja de guiñar y le esboza una sonrisa. Ella, entonces, le dice: "Echando una sonrisa a tu mamá,eh?... Es una linda sorisa la que me chas, verdad?"

Al despertar, este bebé ya debía de estar confuso, desorientado después de haber pasado por momentos de mucho abrumamiento y malestar. El simple hecho de que su madre la haya estrechado a perguntas, tranquilamente, gastando palabras como "qué te pasa?, despertaste asustadito? etc...", le ha devuelto poco a poco la calma y, por lo tanto, le indujo a responderlas con una sonrisa. Le vino la sonrisa porque ella estaba relacionada con una palabra que conllevaba un significado especial. No era una sonrisa cualquiera, sino una "linda sonrisa", es decir, su respuesta a quien acudió a él para quitarle aquel malestar, puesto que su madre, tranquilamente, ha sido capaz de hacerle preguntas que le calmaban al mismo tiempo. Quería enterarse no más de lo que estaba ocurriendo al bebé, en lugar de sacar conclusiones precipitadas con la misma certidumbre de quien siempre sabe y conoce todo previamente.

La última historia alude a una familia cuyos patrones de vida eran bien distintos de los de las demás.

Utilizaremos los relatos de la observadora y de la criada para hacer una especie de bosquejo de dichos patrones. Si a ellos nos referimos es porque, a nuestro juicio, tienen algo que ver con las secuencias de comportamiento que se repitieron durante casi toda la observación.

Según la observadora, "todas las veces que el bebé caía golpeando el rosto sobre el suelo, y luego empezaba a lloricar o llorar de verdad, su madre, desde lejos, empezaba a hablar con él sacudiendo algo con las manos para desviarle la atención del dolor, del susto o del malestar si, por si acaso, los tuviera.

Un día, en una situación semejante, el bebé produjo en el observador un gran desasosiego, cuando cayó boca arriba y golpeó fuertemente la cabeza sobre el suelo. La madre, en cambio, reaccionó como de costumbre: empezó a hablarle para desviar su atención hacia otra cosa. Y actuaba así porque, según su teoria, si se quedara cerca del bebé, intentando recorgerlo, estaría criando un hijo inseguro. En su opinión, lo importante es que él tenga noción de peligro para aprender a defenderse. En resumen: si lo hubiera recogido, él no lograría nunca desarrollar sus propias defensas. Así que, a cada caída suya, la madre le decía que "no había pasado nada".

Pasamos a describir ahora una secuencia de fragmentos de la época en que este mismo bebé tenía cinco meses.

Cierta ocasión, algunos miembros de la familia y dos o tres chiquillos más, vecinos suyos de la casa de pisos donde vivía, conmemoraban el cumpleaños de la criada. El bebé se hallaba en su cochecito en una postura aparentemente nada confortable, pero no se quejaba de ello. Tenía un juguete en la boca.

Mientras tanto todos saboreaban la tarta de cumpleaños.

De pronto, la madre concluye que su bebé tenía sed, sin que él emitiera cualquier señal aparente en ese sentido. Enseguida, pide a alguien que eche agua al biberón. El niño la acepta y la absorbe initerrumpidamente.

Pero hay que señalar lo que ha pasado antes y después de este hecho.

La madre, "hablando sin parar", llama a la criada y le dice que continúe a darle agua al niño para que ella termine de comer la tarta. El bebé succionaba el biberón tranquilamente hasta el momento en que se atragantó. La criada, siguiendo la costumbre de la familia ante situaciones como ésta, le echa un soplido al rostro para que le venga la tos y así pueda expelir el agua. Otro recurso más para desviarle la atención. (Recordamos que el soplo es una actividad expulsiva, mejor dicho, a través de la cual algo, como en el caso más concreto, el aire, es expelido. Análogamente, parece que hay un intento de "expulsar" el dolor de la vida del bebé.)

Despúes de todo calmado la madre agarra al niño y se lo lleva a su habitación. Invita a la observadora a que les acompañe. En el cuarto, enseña a ésta la alfombra y el "corral" del hijo que ella le compró, y puntualiza que aquel sitio es el mejor para él.

Luego, la observadora describe una situación que le parece "curiosa".

Haciendo ruidos, el bebé se inflaba la boca y después expelía todo el aire. Repetía esta operación progresivamente: inflaba cada vez más y echaba fuera el aire inpulsándolo con más fuerza aún. Lo que antes le resultaba una experiencia placentera iba convirtiéndose en gestos desesperados. Y la cosa llegó a tal punto, que la madre no se contuvo y le dijo: "Hijo, así te vas a reventar. Ten calma!".

Las conjenturas que hicimos nos llevaron a concluir que el bebé estaba utilizando el recurso del desahogo y de la proyección hasta agotarse, sin encontrar un continente que los acogiera y le confortaba al mismo tiempo. En resumen: al principio, esta actividad podría ser incluso placentera, pero después del agotamiento se transformó en desplacer y desesperación. Sí, desesperación, pues, quizás, por ser algo que se repetía indefinidamente no encontraba nada más para acogerlo sino lo vacío que no se cambia.

En esta misma observación, hubo un momento en que el bebé, echado en su "corral", empezó a llorar. La madre explicaba que se portaba así porque tenía sueño y, últimamente dormía muy poco; lo atribuía a su actual fase de crecimiento.

La observadora comenta que él iba a acabar durmiendo allí mismo en el "corral".

Después, mirando hacia la observadora, sonríe y, con los ojos lucientes, añade: "Podrá ocurrir eso? Fíjate, qué estupendo sería si fuese verdad! Él podría hacer de todo allí dentro: jugar, dormir, andar a gatas... Qué maravilla! No puedo ni creerlo, pero de todos modos..., quién sabe?"

La madre sale a buscar el chupete. Mientras tanto, el bebé "berreaba", moviéndose la cabeza de un lado para otro. Al volver, se lo da al niño que sigue llorando "a berridos". Le da palmaditas en el pompis mientras le sujeta el chupete a la boca. Él llora todavía durante algún tiempo más, pero después, lentamente, vuelve a juguetear.

Parece que al verse incapaz de servirle de "corral-continente", la madre, al menos por algunos momentos se ilusiona con la idea de que un mero ser inanimado, el "corral", podría substituirla para que el hijo lograra, realmente, "hacer" allí dentro "todo".

Algunos ratos más tarde, el bebé parecía distraerse con los pelos de su madre: jugueteaba con ellos. Sin embargo, de repente, al echarle una mirada y dar con la suya, el hijo se pone a llorar fuertemente. Ella, enfadada, exclama y se pregunta: "Ah, qué lata! Qué le hecho yo de mal?" Y, enseguida, le dice: "Bueno, bueno, no te voy a mirar más. Vaya niño!, eh?"

A primera vista, ella se creyó, quizás, culpable, mejor dicho, se sintió decepcionada ante sí misma por haber dudado de su amor hacia el hijo. Ella se pregunta "qué le había hecho de mal", en lugar de preguntarse qué cosa podría estar "haciendo" el bebé con ella en aquel momento.

Volvamos a las reflexiones iniciales.

Cuando hicimos aquellos planteamientos sobre la observación en psicoanálisis ha sido porque entendemos que ellos tienen mucho que ver con los de la relación madre y bebé. A fin de cuentas en sendos casos hay, por lo menos, un interés en común, o sea, observar la mente, los sentimientos y el comportamiento humanos en general.

En virtud de no tener acceso directo a algumas de las producciones mentales que nos interesan más, tales como fantasías, emociones, ansiedades, mecanismos mentales y representaciones, pensamos que el mismo raciocinio que valida la observación en psicoanálisis validará igualmente la del método utilizado en la relación madre y bebé, es decir, tanto en una situación como en la otra, lo que observamos se refiere a productos transformados, pero no a la "cosa en sí". Y ocurre esto cuando estamos, incluso, delante de una comunicación verbal. Sabemos que no siempre son las palabras que, en su contenido formal e inmediato, o sea, en cuanto idioma, van a producir la "revelación" y el conocimiento, ya que ellas, como productos transformados, están en espera de comprensión en el ámbito de la relación emocional presente a la sesión de análisis.

Por otra parte, nos gustaría señalar que el método de observación en psicoanálisis y, por extensión, en el que trata de la relación madre y bebé, se hallan hace mucho tiempo alejados de los métodos clásicos de observación en el campo de las ciencias naturales, por lo cual no pueden confundirse con ellos. En realidad, los dos métodos están más cerca el uno del otro y relacionados con los que se utilizan en las demás áreas del conocimiento humano.

En su obra capital, El mundo como voluntad y como representación, Schopenhauer analiza y plantea una forma de reflexión y observación, rechazando la manera habitual de considerar las cosas, es decir, ya no pone más de relieve el dónde, el cuándo, el por qué y el cómo de las cosas, sino que lo que ellas son.

He aquí la reproducción de un fragmento del mismo Schopenhauer: "No permitamos que el pensamiento abstracto, los conceptos de razón se adueñen de nuestra conciencia, sino que, por el contrario, consagremos toda la fuerza de nuestra mente a la percepción, zabulliéndonos en ella por completo y dejando que toda la nuestra conciencia sea rellenada por la serena contemplación del objeto natural presente, bien un paisaje, un árbol, una piedra, bien un roquedo, un edificio u otra cosa cualquiera. Hay que hacerse perder del todo en el objeto de percepción".

Ray Monk, en una renombrada bibliografía de Wittgenstein, nos cuenta que el brillante filósofo austríaco al referirse a Zósimo, uno de los personajes de Los hermanos Karamazov, apunta que "gente como ésta tiene mucho más cosas a enseñarnos sobre la comprensión de nosostros mismos y de nuestros semejantes que los métodos experimentales de la moderna ciencia de la psicología. Y no es sólo porque la ciencia todavía no se haya desarrollado plenamente, sino que a causa del empleo de métodos inadecuados a la tarea propuesta".

Y ahora un fragmento de la mencionada obra de Dostoyevski, referente al sobredicho personaje: "Muchos comentaban sobre el anciano Zósimo que, por permitir durante tantos años que todos a él acudieron para abrir el pecho e implorar sus cosejos y palabras confortantes, y por guardar en el alma un sinnúmero de secretos, penas y confesiones, había adquirido una percepción tan aguzada, que, al vislumbrar por primera vez el rostro de un extraño, era capaz de saber a qué venía, qué anhelaba y con qué tormento se afligía su conciencia".

A propósito de este fragmento, dicen que Wittgenstein lo habría comentado con un amigo: "Sí, en efecto, hay gente así, capaz de ver directamente el alma de las personas y aconsejarlas".

Por otra parte, nos gustaría recordar que, a nuestro juicio, la observación de la relación madre y bebé, como la practicamos, no es, de hecho, un método de investigación en su sentido tradicional. El planteamiento original de Esther Bick ha sido ofrecer una oportunidad al estudiante de aconpañar a la evolución y al establecimiento de la relación y del vínculo de un bebé con su madre y/o família, a través de una experiencia viva, continua y participativa, además de familiarizarse con todo ello.

Por consiguinte, nada impide que el material recogido durante esta experiencia humana, y registrado posteriormente a las observaciones, venga a ser utilizado, incluso en el futuro, en algún tipo de investigación científica tradicional. Nos toca poner énfasis en la oportunidad de vivencia que tiene el alumno. En lugar de "decirse" al estudiante lo que pasa en una relación madre y bebé, se le ofrece la posibilidad de ver, poner en correlación y descubrir las demás correlaciones con sus "propios ojos".

La observación de la mencionada relación pretende ser la más natural posible, preservando al máximo el ambiente familiar, pese a que, en cuanto a eso, otro problema se presenta, suscitando a su vez un planteamiento más: la presencia del observador que puede influenciar y alterar el entorno familiar.

Sin embargo, señalamos que dicho problema se presenta en casi todas las ciencias, aun fuera del ámbito de la psicología y de las ciencias naturales. Hasta la Física suele enfrentarse con él.

En el campo del estudio del comportamiento podemos citar, por ejemplo, la Etología, que ha sido forzada a lidiar con esa cuestión. Pero uno de sus creadores, K. Lorenz, puntualizó ser lo más importante admitir que, en efecto, se trata de un problema, el cual no podemos ignorar simplesmente. Y el hecho de admitirlo y concienciarlo ya es por sí mismo una manera de limitarlo en sus consecuencias.

Otra cuestión interesante es la que presenta Rustin, en su libro aquí mencionado. Nos dice que el método de investigación empírica, utilizado en la psicología del desenvolvimiento del niño en general, es "analítico", en el sentido común del término; por lo tanto, no en la acepción psicoanalítica, o sea, trata de analizar formas complejas de comportamiento e interacción, identificando y estudiando en separado sus elementos y componentes diferenciados. En cambio, el método de observación del bebé es sintético, mejor dicho, trata de identificar una coherencia "holística" y los patrones que se repiten en la relación madre y bebé (familia), yasí como de revelar, a través de esa identificación, los primeros rasgos de la personalidad emergente del niño.

De acuerdo con nuestra opinión, desearíamos añadir que si un método cualquiera estuviera involucrado en un modelo de tipo "causa-efecto", el nuestro estaría involucrado, aún más, con el objetivo de comprender, de "descubrir" correlacioens y significados, pero no con el de explicar. El psicoanalista H.Thurner, a través de dos artículos, hizo interesantes reflexiones sobre ese tema en psicoanálisis. Él llega a indagar si el mismo Freud no habría pasado por dos fases metodológicas a lo largo de su obra. La primera, o sea, la inicial, estaba más involucrada en el método científico natural de fines del siglo pasado, y la otra, más original, que habría redundado incluso en un cierto alejamiento del método de las ciencias naturales: el de la "psicología de los sueños", que acabó transformándose en el verdadero "método" del psicoanálisis. En resumen: el primero estaría más volcado a "explicar", mientras que el segundo, más involucrado en la idea de "comprender".

Señalamos todavía que él método de la observación psicoanalítica y de la observación madre y bebé, "al igual que el de la antropología de campo y de la sociología etnográfica, requieren observadores en cuya mente abrigue un grado de conceptos y expectativas latentes con los cuales pueden dar coherencia y forma a sus experiencias, así como los que tengan la capacidad de dejar la mente abierta y receptiva lo suficiente para las situaciones y eventos particulares a que, por si acaso, estén expuestos". Ésta es una cita más de Rustin.

En realidad, lo que se espera de un observador es que, aun teniendo sus opiniones y posiciones teóricas, no invierta el ordel natural de la observación, o sea, no substituya, previa y precipitadamente, la observación en sí misma, por conceptos teóricos y expectativas y, por consiguiente, de una manera prejuiciosa. "Freud ya nos había advertido en cuanto al peligro de rellenar lo vacío y las lagunas de nuestra ignorancia con cualquiera de nuestras teorías, en general con las que nos seducen más en aquel momento", nos hace acordar Bion.

Junto a este factor, Rustin llama nuestra atención hacia el modelo de relato utilizado para registrar nuestras observaciones, o sea, un modelo que trata de emplear un lenguaje lo menos involucrado posible en el lenguaje técnico del psicoanálisis y de la psicología.

En estos relatos se presupone que los observadores deben tener en cuenta lo siguiente: describir, minuciosamente, todo que les ha sido posible observar; utilizar la libre asociación de ideas como instrumento mnemónico para facilitarles la respectiva redacción y, sobre todo, no incluir en ellos sus opiniones personales, sus sentimientos e impresiones. Todos estos datos podrán difundirse y tendrán espacio para presentarse ante los grupos de reflexión.

Por fin, hay que esperar que estos relatos sean, principalmente, sencillos y objetivos, y que contengan tan sólo lo que puede ser transmitido con palabras de lo cotidiano, es decir, en un lenguaje coloquial.

A propósito de lo anterior, nos toca una vez más citar el trabajo de R.Monk en cuanto a la analogía. La cita es de un poema de Uhland enviado a Wittgenstein por un amigo y comentado por él: "El poema trata de la historia de un soldado que, durante una cruzada, corta una pequeña rama de un majuelo. Al volver a casa planta el retoño en sus campos, y al envejecer se sienta bajo la sombra de un enorme majuelo maduro, que le sierve de recuerdo punzante de su juventud. La historia es narrada de una manera muy sencila, sin adornos y sin niguna moraleja".

El amigo que se lo había enviado, hace un comentario sobre el poema: "El poema, en su totalidad, se nos presenta, en 28 versos, el retrato de una vida. Es una maravilla de objetividad. Casi todos los demás poemas, incluso los buenos, intentan expresar lo inefable, pero en este caso no se lo intenta y precisamente por eso se lo logra".

Wittgenstein no sólo asintió a ello, sino que le añadió: "Así son las cosas: si no intentamos expresar lo inexpresable, entonces nada se pierde. Pero lo inexpresable estará - inexpresablemente - en lo que ha sido expreso".

Otra cuestión que se presenta es respecto al impacto emocional experimentado por el observador ante las intensas y, a veces, avasalladoras emociones y ansiedades que brotan del contacto madre y bebé, en especial cuando éste se halla en sus primeras semanas de vida. Ansiedades y emociones que pueden suscitar "cadenas asociativas" registradas en la trayectoria de vida del mismo observador que, un día, fue también bebé, hecho que no podemos olvidar.

Obviamente, el impacto de estos sentimientos no constituye tan sólo un problema por las distorciones y los bloqueos que pueden afectar al observador y a su capacidad de observar.

El impacto producido por dichas emociones y ansiedades, cuando no las soportan ni las acogen el observador, constituye el mismo impacto que puede servir de vehículo de conocimiento a través del cual se entiende lo que está ocurriendo en una relación tan enigmática como aquélla.

Resaltamos, como parte integrante de nuestro método de trabajo, los grupos de discusión y reflexión formados de observadores y coordinadores, que se reúnen semanalmente para examinar los relatos de las observaciones.

Una de las finalidades de esos grupos es acoyer y, si posible, auxiliar a los observadores a lidiar con el impacto de aquellas emociones y ansiedades.

Al fin, destacamos los aspectos sutiles del comportamiento del bebé y de su madre, posibles de detectarse por un observador atento y son expresivos, si pensamos en la correlación cuerpo-mente, de especial significación en la más tierna edad.

Rustin subraya esa cuestión y la presenta de una manera muy sencilla: "Las experiencias y sensaciones físicas de un bebé son consideradas una parte de los estados físicos y mentales continuos y globales. Para el observador, el significado del sentimiento de pánico o del vínculo de un hijo con su madre, a través de la succión (o de un mordisco), por ejemplo, puede estar expresando y revelando un perfecto estado mental-corporal del niño, es decir, no constituye meramente una acción física aislada. Por lo tanto, el interés del observador por los más mínimos detalles, en cuanto a movimientos, no es para ser entendido como una tentativa no sistematizada de imitar el trabajo sobre desenvolvimiento físico en laboratorio, sino que para reflejar una visión distinta y más "holística" de lazos indisolubles en el ámbito del desarrollo físico y mental desde la más tierna edad.

El segundo presupuesto referido en estas observaciones indica que las interacciones madre y bebé deben ser entendidas como aspectos del desarrollo de una relación. En este el objetivo central de las observaciones, sobre todo en su fase inicial. Los primeros acercamientos al bebé se hacen usualmente, a través de la madre cuando ésta habla por él".

Y volviendo a lo que ha sido señalado desde el inicio, diríamos que es como si la madre hablara lo que el bebé todavía no puede hablar.

Frente a todo ello, podemos concluir que la identificación proyectiva y la intuición - temas ya tratados al principio, repetimos -, no actuarían desvinculadas de cualquier substrato sensorial. Conforme a nuestro juicio, lo que ocurre es que no siempre el observador, tanto en la observación en psicoanálisis como en la de la relación madre y bebé, se da cuenta de las informaciones y sensaciones sutiles que estarían afectando a sus órganos sensoriales.16:45




Dr Joaquim A A Couto Rosa.

Miembro Efectivo de la SBPRJ.

Psicoanalista en ejercicio en cuanto

a la función didáctica.

Psicoanalista de niños.


Praça Santos Dumont, 20/602-Gávea.

22.470-060 Rio de Janeiro-Brasil.

Tel/Fax.: (021) 294 66 00.