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Boletín Nº 15: LA OBSERVACION PSICOANALÍTICA DEL NIÑO DEL CARRETEL AL MÉTODO BICK

LA OBSERVACION PSICOANALITICA: DEL NIÑO DEL CARRETEL AL METODO BICK

 

Jornada A.B.E. de 11 de Noviembre de 2006

 Muy buenos días. Ante todo agradecer su asistencia en este sábado.

Como ya se había anunciado, el tema de la jornada de hoy es ambicioso, acercarnos a acercarnos al concepto de Observación psicoanalítica. El Dr. José Mª Franco lo desarrolla partiendo de conceptos psíquicos tan importantes como la percepción y la atención, y desarrollándola en un contexto histórico en psicoanálisis, como son la percepción y la atención.

 

PERCEPCION-ATENCION-OBSERVACION

Podemos decir que el eje profundo de la obra de Freud se sitúa entre estas tres ideas:

  • Observar una y otra vez los hechos hasta que nos digan algo.
  • Integrar el hecho aislado.
  • Considerar que no existe muralla china entre lo normal y lo patológico.

Freís deraciona desde el principio de sus escritos el concepto de percepción y de atención, siendo sin embargo, fenómenos diferentes aunque muchas veces coexistentes. Con la atención se percibe y con la percepción no siempre se atiende.
La teoría más amplia sobre la atención la da Freud muy tempranamente en “Proyecto de Psicología” (1985), sobretodo en su parte III, “Intento de figurar los procesos  _psi normales” cuando dice: El efecto de la atención psíquica es la investidura de las mismas neuronas que son portadoras de la investidura-percepción, o más adelante: la atención consiste, entonces, en establecer la situación psíquica del estado de expectativa aún para percepciones que no coinciden del todo parcialmente con investiduras-deseo. Es que ha cobrado importancia enviar una investidura al encuentro de todas las percepciones, pues entre ellas podrían encontrarse las deseadas. Esta investidura al encuentro de todas las percepciones es la atención.
El modelo que Freud utiliza en el “Proyecto” es un modelo neuronal, distinguiendo neuronas sensibles a las cantidades de excitación, que él llama neuronas “psi”, y neuronas sensibles a las cualidades de la excitación, que llama neuronas “omega”. El mecanismo de la atención sería el siguiente, cito a Freud: la percepción suscita en W (sistema neuronas omega) la conciencia (conciencia de una cualidad) y la descarga de esta excitación perceptiva proporcionada en “psy” una información que constituye, de hecho, un índice de calidad. Sugiero que son estas indicaciones de calidad las que en una percepción interesan a “Psy”. Para mí es lo que constituye el mecanismo de la atención.
A pesar de quye la función de la atención es un viejo concepto psicoanalítico, no se hace mucha referencia al mismo en la literatura psicoanalítica, quizás porque la atención está tradicionalmente ligada a la consciencia que no es precisamente el terreno privilegiado de la investigación de los psicoanalistas.
El Larousse defina la percepción como un análisis superior del mundo, debido al mismo tiempo a la sensibilidad, es decir, el conjunto de nuestras recepciones y estímulos sensitivos, los objetos de nuestro mundo exterior estimulan la actividad de nuestras estructuras nerviosas periféricas y centrales. El fenómeno subjetivo que corresponde a estas modificaciones objetivas recibe el nombre de sensación.
Las sensaciones son elaboradas por los centros nerviosos y, en ocasiones, conservadas bajo forma de signos sensitivos que se denominan imágenes. Esta función es propia de los animales superiores y el hombre, pero solamente éste es capaz, gracias a los conceptos y a la inteligencia de tipo abstracto, de interpretar estas imágenes y sensaciones, de comprenderlas, de relacionarlas con un objeto o estímulo concreto, de situarlas en su mundo exterior; en una palabra, de percibirlas, de considerarlas como hechos o seres susceptibles de percepción.
Freud nos demostró, como veremos más adelante, que la percepción, gracias a la atención, no es un fenómeno pasivo en el ser humano y que, además, las percepciones no solo vienen del mundo externo, sino también de nuestro interior.
Por otro lado, el Larousse cita la teoría psicológica de Thèodule Ribot sobre la atención que define como “una operación que da a uno de nuestros fenómenos psicológicos una importancia particular, haciendo a este fenómeno primordial entre todos e incluso anulando a nuestra conciencia a todos los demás para que el objeto de atención la desarrolle de un modo exclusivo”.
Ribot  distingue la atención espontánea o automática y la voluntaria o artificial.

  1. La atención espontánea tiene un origen biológico, está relacionada con los estados afectivos del sujeto, sus motivaciones. El ejemplo más típico de esta atención es la dirigida por el depredador hacia su presa: una acción muscular fija, por un lado, la percepción consciente y, por otro, la refuerza.
  2. La atención voluntaria o artificial es el fruto de la civilización y de la educación. Se dirige voluntariamente hacia objetos que no tienen atracción natural (de aquí el nombre de “artificial” que le da Ribot ). El niño y el hombre salvaje no la poseen, porque no es un producto del arte, de la educación, del entrenamiento y adiestramiento. Se injerta en la atención espontánea.

El modelo que da Freud de la atención en el Proyecto se asemeja al modelo de Robot, pero Freud, a partir de su modelo, distingue dos tipos de pensamientos:

  • El pensamiento banal/común dirigido hacia la búsqueda del objeto de  satisfacción y
  • El pensamiento Observante que sería el del investigador que, habiendo percibido algo, se pregunta: ¿qué significa esto?, ¿a dónde me llevará?, es decir, un pensamiento que se apoya sobre la función de atención vuelta hacia el mundo interno y no hacia el externo.

Así lo describe Freud: “cuando una neurona se excita por un monto de energía que viene del exterior, es decir, de la percepción, esta energía fluye ‘a lo largo de las mejores vías y atraviesa un cierto número de barreras según la resistencia y la cantidad de energía en juego’. Así otras neuronas serán investidas de energía, pero ‘ciertas barreras’ no podrán ser franqueadas porque el monto de energía que llega no puede sobrepasar su nivel. Si a esta energía externa se añade una energía interna que procede de la atención, estas barreras infranquebles podrán ser atravesadas y otras vías más numerosas y más alejadas podrán construirse. Por otro lado, no se producirá una percepción, sino ‘investiduras mnemónicas’ ligadas asociativamente a la neurona inicial”.

Aquí Freud nos habla de la atención como una exploración del mundo interno, así como la búsqueda de sentido: ¿qué significa esto?. A pesar de que Freud tratará este tema de la atención en escritos posteriores, nunca llegó tan lejos en su teorización como lo hizo en el “Proyecto de Psicología”.

De nuevo, en 1911, en “Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico”, Freud retoma el tema de la atención: “Una función particular se establece para extraer periódicamente datos del mundo externo de manera que sean conocidos de antemano, esto es la atención. Esta actividad va a la búsqueda de impresiones, de sentidos, en lugar de esperar pasivamente a que aparezcan. Es muy probable que al mismo tiempo un sistema de registro se ponga en marcha con el fin de depositar los resultados de esta actividad periódica de consciencia; esta es una parte de lo que llamamos memoria”.

Aquí Freud insiste sobre un punto esencial que es el “aspecto activo” de la función de atención, sin embargo, tampoco va más allá en su conceptualización como lo hizo en el “Proyecto”.

Un año más tarde, en “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico” (1912), Freud introduce el concepto de “atención flotante”, al describir la actitud psíquica del psicoanalista durante la sesión, preconizando una atención desprovista de voluntad, semejante a la atención espontánea que describía Robot. Dice así: “…no tenemos que dar importancia particular a nada de lo que escuchamos y conviene que prestemos a todo la misma atención “flotante”, siguiendo la expresión que he adoptado. Así se economiza un esfuerzo de atención que no se puede mantener durante muchas horas cada día y escapamos al peligro inseparable de toda atención intencional, como es el de escoger entre material del paciente. Es de hecho lo que ocurre cuando se fija la atención voluntariamente, el analista graba en su memoria tal punto que le choca, eliminando tal otro y esta elección está dictada por expectativas o tendencias. Es precisamente lo que hay que evitar; sometiendo la elección a la expectativa corremos el riesgo de no encontrar más que lo que ya sabíamos de antemano”.

Quizás esta atención flotante permita al analista estar directamente en contacto con la vida pulsional del paciente al despejar la vía, por así decirlo, de lo que se expresa de la vida pulsional en el discurso de éste. Sin embargo, no hay que confundir “flotante” con “relajada”; si bien es cierto que ciertos pacientes ponen a prueba nuestra capacidad de atención (de todos es conocida la situación donde después de una sesión casi no podemos escribir tres líneas de lo que allí se dijo), lo que tenemos que preguntarnos es por qué ocurre esto, ya que tanto desde la transferencia como desde la contratransferencia puede haber ataques inconscientes para destruir la función de atención del analista.

Después de 1012, en el artículo que acabo de citar, Freud volverá en varias ocasiones sobre el tema de la atención, pero casi ya no aportará nada nuevo. Wn 1915 (“Lo inconsciente”) dice que: “el preconsciente dispone de una energía de investidura móvil que es la atención y que restringe o impide el paso a la consciencia, haciendo de censura, lo que significa que el devenir consciente no es un mero acto de percepción, sino que probablemente se trate de una sobreinvestidura”. Finalmente, en 1925 “Nota sobre la pizarra mágica”), completa algo de lo dicho en el artículo de 1915 (“Lo inconsciente”) cuando habla de que “el inconsciente, por medio del sistema P-Cc va al encuentro del mundo exterior, extendiendo unas antenas que retira rápidamente después de que éstas tomaran muestras de sus excitaciones. Conjeturo, añade, que en este modo de trabajo discontínuo del sistema P-Cc se basa en la génesis de la representación del tiempo”. Lo que Freud nos sugiere aquí es la existencia de una atención inconsciente que difiere del mismo concepto que años más tarde describió Didier Houzel y del que luego hablaré.

Después de Freud ha sido Bion el autor que más ha desarrollado el tema de la atención en su libro “Atención e Interpretación” (1970), donde dice: “La atención es la matriz en la que se reunen los elementos del psiquismo y donde pueden juntos combinarse en un todo coherente”. La atención en Bion tiene como vemos un significado dinámico. Además tiene otro aspecto interpersonal: lo que él llama capacidad de “rêverie” de la madre, se refiere a la atención que ésta dirige a su bebé permitiéndole recibir los mensajes inconscientes, proyecciones de su hijo, procesarlos y transformarlos en elementos pensables. Esta relación psíquica del bebé con su madre sería para Bion el prototipo de la relación analista/analizando. Bion recomienda al analista estar con su paciente “sin memoria ni deseo” y habla de una “atención consciente” que va a producir recuerdos conscientes en el analista que él recomienda apartarlos durante la sesión, ya que si interpretamos el material del paciente refiriéndonos a estos recuerdos conscientes del analista, corremos el riesgo de hacer pantalla con los mensajes inconscientes que se expresan en la sesión. Al contrario deestos recuerdos conscientes. Bion dice que si tal o cual acontecimiento del paciente Viena a la memoria del analista durante la sesión, sin premeditarlo, en el seno de un proceso asociativo de la mente del analista, estos recuerdos que él llama “oníricos” son muy útiles en el trabajo de elaboración e interpretación del analista.

Estos recuerdos oníricos son para Didier Houzel producto de lo que él llama “atención inconsciente”, especia de receptividad pasiva que deja los mensajes latentes del analizando reunirse y organizarse poco a poco en el seno del psiquismo del analista. Vemos pues que difiere de lo que Freud nos decía en 1925 cuando hablaba de las “antenas” como globos sonda que el inconsciente extendía al encuentro del mundo exterior para tomar muestras de él por medio del sistema P-Cc.

¿Qué sería entonces la observación? El Larousse la define como la acción de observar un fenómeno utilizando métodos determinados para obtener un conocimiento preciso de él. También es el resultado de esta operación. La observación se diferencia de la experimentación en que no hay una intervención directa del sujeto cognoscente para modificar las condiciones del fenómeno.

Habría que hacer una separación fina entre lo que es observar y lo que es un simple mecanismo proyectivo. Ya vimos que la percepción es un fenómeno activo y no pasivo. El viejo refrán de que “no hay peor sordo que el que no quiere oir”, nos lo refleja. En que medida toda observación está teñida de proyección es algo muy complejo y es una de las críticas que más se hace al método de Observación de Bebés introducido por Esther Bick, su quantum de proyección, sobre todo por parte de psicoanalistas de gran prestigio como lo es André Green. Pero luego volveremos sobre esta aplicación de la observación a los bebés según E. Bick, de momento sigamos con Freud.

Freud observó dos niños en su vida, al menos que tengamos constancia por él mismo. Su primera observación la realizó por persona interpuesta. Era el padre del niño quien recogía todo lo que observaba de su hijo y llevaba el material a Freud para su interpretación, Se trataba del célebre “caso Juanito” (Herbert Graf) cuyo padre, Max Graf, era un crítico de música que participabe en las reuniones científicas de los miércoles en casa de Freud, embrión de lo que después sería la sociedad psicoanalítica de Viena. Juanito fue el paciente de la primera aplicación del pensamiento psicoanalítico al niño, allá por el año 1906 y que Freud publicó en 1909 con el título de “Análisis de la fobia de un niño de 5 años”. Freud trataba en esa época de justificar su teoría sobre la sexualidad infantil y la existencia de la neurosis infantil y había pedido a sus “seguidores” más próximos que le enviaran observaciones que ilustraran las investigaciones sexuales de los niños. Juanito había pasado los cuatro primeros años de su vida en el dormitorio de sus padres, incluyendo los seis meses posteriores al nacimiento de su hermana menor Ana. Freud pensaba que la posibilidad de supervisar la observación de un niño llevada a cabo por su padre era un hecho absolutamente extraordinario que no se repetiría con frecuencia, dado que no pudo imaginar que alguien diferente al padre o a la madre del niño realizara este tipo de tarea. Hoy pensaríamos exactamente al revés, que es una barbaridad que la observación la realice un miembro de la familia y aún más un progenitor. Si el observador neutro y ajeno a la familia ya tiene sus propias dificultades para observar y no proyectar, los padres habitualmente por identificación proyectiva están atrapados en sus propios aspectos infantiles, viendo muchas veces al hijo como a un rival.

Aparte de la problemática sobreañadida de que el material de observación de Juanito fuera recogido por su padre, Freud recibía todo ese material con la preconcepción de justificar sus teorías sobre la sexualidad infantil: la realidad de la bisexualidad; la existencia de impulsos e intereses genitales y pregenitales en los niños; la evidencia acerca de la incidencia del factor traumático en la determinación de la angustia de castración. El papel que juega el nacimiento del siguiente hermano en el desarrollo del niño, cómo despierta la curiosidad sexual, como lo llena de celos e intensa envidia etc. Sin embargo, Freud no se interesó en lo que más tarde M. Klein llamó “instinto epistemofílico” de los niños: una sed instintiva de conocimiento y comprensión, el primer objeto de la cual es la madre del niño, su cuerpo y, particularmente, su interior. Podríamos decir que Freud tuvo una labor básicamente reconstructiva dirigida a la comprensión de la patología de Juanito (su fobia) al indagar retrospectivamente en la vida del niño, mientras que M. Klein tiene una concepción fundamentalmente evolutiva, tendiendo a mirar prospectivamente para ver  los factores involucrados en la evolución del niño, desde la normalidad y no desde la psicopatología. A pesar de todo, el “caso Juanito” constituye un agregado clínico útil que complementa su trabajo de “Tres ensayos de teoría sexual”, así como una ilustración de la cualidad del pensamiento de Freud en aquella época, sirviéndole de introducción a su caso del “Hombre de las ratas” (la neurosis obsesiva) donde nos hablará del papel de la ambivalencia y de la interacción entre el odio y el amor en la formación del conflicto interno.

El segundo niño que Freud observó fus su propio nieto Ernst, de año y medio de edad, hijo de su hija Sofia, observación directa que realizó durante una estancia de varias semanas en casa de su hija en Hamburgo. A Ernst se le conoce como en niño del carretel o de la bobina”, también como el “niño del foro/da”. Freud habló de esta observación en su artículo “Más alá del principio del placer” (1920), prolongación de su anterior artículo “LO ominoso” (1919) donde trató de la “compulsión a la repetición” como fenómeno manifiesto en la conducta de los niños y en el tratamiento psicoanalítico, sugiriendo que deriva de la naturaleza más íntima de las pulsiones, siendo tan poderosa que hace caso omiso del principio del placer. Freud plantea en “Más allá del principio del placer” la nueva dicotomía entre Eros y las pulsiones  de muerta (Tánatos). Nos dice en esta observación suya que su nieto tenía un desarrollo normal para su edad, pronunciaba pocas palabras inteligibles y disponía de varios sonidos significativos, comprendidos por quienes le rodeaban. Era un niño que tenía una buena relación con sus padres y la chica de servicio, que lo consideraban como un niño “juicioso”. Nunca molestaba a sus padres durante la noche, obedecía escrupulosamente las prohibiciones de tocar determinados objetos o de ir a ciertos lugares y, sobre todo, “no lloraba cuando su madre lo abandonaba durante horas”, a pesar de que sentía gran ternura por ella, quien lo había amamantado, cuidado sin ayuda ajena.

Cito textualmente la observación del comportamiento de su nieto que más llamó la atención de Freíd: “Este buen niño exhibía el hábito, molesto en ocasiones, de arrojar lejos de sí, a un rincón o debajo de la cama etc., todos los pequeños objetos que hallaba a su alcance, de modo que no solía ser tarea fácil juntar sus juguetes. Al hacerlo profería, con expresión de interés y satisfacción, un fuerte y prolongado “o-o-o-o” que.  Según el juicio consiguiente de la madre y de este observador, no era una interjección, sino que significaba “fort”  (se fue). Al fin caí en la cuenta que se trataba de un juego y que el niño no hacía otro caso de sus juguetes que el de jugar a que “se iban”. Un día hice la observación que corroboró mi punto de vista: El niño tenía un carretel de madera atado con un piolín (cordel delgado de cáñamo o de algodón). No se le ocurrió, por ejemplo, arrastrarlo tras sí por el piso para jugar al carrito, sino que con gran destreza arrojaba el carretel, al que sostenía por el cordel, tras la baranda de su cunita con mosquitero; el carretel desaparecía allí dentro, el niño pronunciaba su significativo “o-o-o-o” y, después, tirando del cordel, volvía a sacar el carretel de la cuna, saludando ahora su aparición con un amistoso “Da” (acá está)”. Este juego es conocido como el juego de la bobina o del “foro-da”.

Para Freíd este juego representa el gran logro cultural del niño que renuncia a su significación pulsional al admitir sin protestas la partida de la madre. ¿Pero cómo conciliar con el principio del placer el que repitiese en calidad de juego una vivencia penosa para él? Freíd piensa que el niño transforma mediante el juego una vivencia sufrida pasivamente, en una vivencia activa, incluso de vengarse de la madre, algo así como: “… y bien, vete pues; no te necesito, yo mismo te echo”. “Es típico observar cómo un niño trueca la pasividad de vivenciar por la actividad del jugar, inflingiendo a un compañero de juegos lo desagradable que a él mismo le ocurrió y así se venga de la persona de este sosías”, dice Freíd; el jugar a médicoe sería un ejemplo, amen de la connotación sexual que tiene. Este mismo niño, un año después, cuando su padre se fue a la guerra, arrojaba al suelo un juguete con el que se había irritado diciéndole: ¡ “vete a la gue(r)ra”!. Teniendo 5 años y 9 meses murió su madre Sofía, la anteúltima de las hijas de Freíd, a los 26 años, de gripe asiática; “el niño de la bobina” no demostró duelo alguno por la partida definitiva de la madre. Tres años más tarde moría el hermano de queño de Ernst, Heinz, con 4 años, hacia quien tenía los más fuertes celos. Ambos hermanos vivían en la casa de su abuelo tras la muerte de su madre. Ello fue un terrible golpe para Freíd, además su cáncer de mandíbula estaba ya muy avanzado. A título anecdótico, “el niño de la bobina”, observado por su abuelo, hizo la siguiente observación de éste cuando vivía con él: “Las comidas diferían del resto del día en que el abuelo estaba presente. Las comitas tenían su estructura y su ritual. Por supuesto, la mesa estaba abundantemente servida. Era importante que los alimentos estuvieran bien condimentados, y emergía la crítica cuando no se correspondían con lo esperado. La sopa estaba siempre caliente. Y se tenía cuidado de que el abuelo no la tomara hasta que no se hubiera enfriado algo. Naturalmente era importante que la carne no estuviera dura, para que el abuelo pudiera masticarla bien… Incluso cuando tenía dolores parecía equilibrado. No recuerdo haberle visto airado o excitado. Aunque era patente que sufría, jamás daba la impresión de buscar compasión”.

Después de la primera guerra mundial lo urgente en el análisis de niños era demostrar las concepciones de Freíd acerca de la niñez que él había formulado extrapolando a la infancia la vida del adulto. Por otro lado, los descubrimientos de M. Klein sobre las experiencias del niño en su primer año, realizadas a través de análisis de niños de dos años y medio en adelante, también exigían comprobación. A partir de aquí se planteó la posibilidad de observar a los bebés con el problema de que el observador era un ser extraño que no disponía de un método directo para escuchar el mundo interno del bebé. Se trata de un periodo evolutivo donde la vida simbólica es mínima, así como mínimas son las posibilidades de comunicar dicha vida simbólica. El bebé lo conceptualiza todo en función de objetos relacionados con su cuerpo, con las partes de éste y sus propias sensaciones y satisfacciones directas. ¿Es posible entrar en el mundo del bebé, en ausencia de alguna forma de comunicación simbólica?.

En el método de observación de bebés, el influjo directo de estados psíquicos se tiene que referir por fuerza a los que se establecen entre el bebé y la madre. Así, la madre se convierte en un vehículo que permite volver manifiestas las interacciones del infante con los objetos, ello sería el equivalente de los juguetes y el juego en el análisis de niños. De todas maneras, el interés por observar los bebés hizo progresos muy lentos. Esther Bick empezó su trabajo de obsercvación en 1948 como ejercicios de formación para estudiantes psicoterapeutas y psicoanalistas de niños, al mismo tiempo que era un ejercicio de investigación. En 1960 se agregó al plan de estudios del Instituto de Psicoanálisis de Londres para estudiantes de primer año.

Al observador se le plantea un doble problema. Por un lado, la definición de su papel en la familia y, por otro, sus actitudes conscientes e inconscientes. Respecto a su papel, es importante que el observador se sienta incluido en grado suficiente dentro del seno de la familia como para experimentar el impacto emocional, peso sin sentirse comprometido a desempeñar los papeles que se le atribuyen como, por ejemplo, dar consejos o demostrar su aprobación o desaprobación. Debe ser un observador participante privilegiado, además de agradecido. Respecto a sus actitudes conscientes e inconscientes, este problema es más complicado. Todo observador que llega al hogar de un recién nacido, por amplia que sea su experiencia con bebés, o en psicoanálisis, o en los distintos métodos científicos de observación, se ve frente a una situación que le produce un impacto emocional muy intenso. Para poder observar debe lograr separarse de lo que acontece, encontrando una posición desde la cual pueda realizar su cometido, introduciendo la menor distorsión posible en el método, dejando pasar ciertas cosas y resistirse a otras, al igual que en el método básico de psicoanálisis. Deberá permitir que los padres, y sobre todo la madre, lo ubiquen en el cuadro doméstico como mejor les convenga, evitando situaciones que involucren intensa transferencia infantil y, por lo tanto, contratransferencia. Si se vieran envueltos en la organización de la familia como otro más de sus miembros, sus observaciones serían tan poco objetivas como las de un estudiante, padre o madre, que aportaría datos de sus propios hijos.

Los bebés , dice Didier Houzel, son los “barómetros” de la emoción ambiental. Cuando vemos un bebé tranquilo, ello significa que no hay tensión emocional en la familia. Una de las enseñanzas de la observación de bebés es aprender a desarrollar en nosotros “la capacidad negativa” que es un concepto del poeta Keats y que Bion tomó de él cuando hablaba de la actitud del observador y del analista de estar “sin memoria ni deseo”. Keats, que murió muy joven, escribía a su hermano refiriéndose a la capacidad creativa en general: literatura, pintura, etc., diciéndole que la capacidad negativa es la capacidad que un hombre posee si sabe perseverar en las incertidumbres, a través de misterios y dudas, sin dejarse arrastrar por una investigación agitada de hechos y razones, soportando que las cosas puedan ser caóticas, sin sentido, a la espera de lo que tengan, de que tengan un sentido nuevo. Bion consideraba esta capacidad como la actividad más evolucionada del psiquismo. Si ponemos a las cosas un sentido “a priori”, no habrá nada nuevo, no habrá creatividad. Esta capacidad negativa es indispensable en toda situación terapéutica. Cuando nuestras teorías nos dicen lo que ya sabemos, no nos dicen nada nuevo, únicamente descodificamos, pero no analizamos; lo importante es lo que no esperábamos.

En la observación de bebés aprendemos una técnica profesional, que como toda técnica que se aprende es una actitud antinatural, si no, no necesitaríamos aprenderla. No es natural, por ejemplo, no hacer preguntas a la gente, tampoco es natural esperar pacientemente a que algo tenga sentido, soportando el denso silencio de lo desconocido y, sin embargo, es tan importante para que algo nuevo se cree!.

Como ejercicio de investigación, la observación de bebés aportó nuevos datos acerca de la formación de la personalidad y sobre la manera que tiene el bebé de procesar las vivencias de catástrofe. E. Bick formuló ideas muy completas sobre ello. Para ella el primer objeto que el bebé conoce tiene que hacerle sentir que él existe, que tiene una identidad. No se trata de tener simplemente una “madre amante” o “suficientemente buena” (Winnicott), sino una madre que haga existir al bebé, reconociéndole una identidad. E. Bick hablaba de dos estados que podían sentir los bebés:

  • Un estado donde el bebé siente que existe de una manera coherente, unitaria, integrada. En los primeros días y semanas de vida, a través de los movimientos de las extremidades y de los ruidos que el bebé escucha cuando se le desviste, se le baña, se le alimenta etc., el bebé siente una unificación, una reunión que, por ejemplo, Geneviève Haag lo relaciona con la reunificación de las dos mitades del cuerpo del bebé a través de los movimientos de las manos: la unión de las dos manos representaría el reencuentro de la relación madre-bebé, las manos introduciéndose en la boca, representaría el vínculo con el padre.

E. Bick enfatiza la sensación que tiene el bebé de sentirse cogido en brazos y sentirse “unido”, evitando que se caiga “ a trozos”, “desparramándose”.

  • Otra sensación que puede sentir el bebé en las mismas circunstancias que en el estado “integrado”, cuando éstas no están bien coordinadas, es un estado “catastrófico” de disolución, de dejar de existir, cayéndose en trozos y desparramándose.

 

Esther Bick relacionó todas las experiencias de contención del bebé con experiencias del cuerpo y no tanto, de “ser contenido” como decía Winnicott, del “holding”. Ella pensaba que antes de poner en marcha los procesos de proyección/introyección de los que hablama Melanie Klein, el bebé tiene que tener una frontera que separe el adentro del afuera. En los primeros estadios del desarrollo, el bebé siente que sus distintas partes no tienen suficiente fuerza para coexionarse y tienen que sentirse pasivamente contenidos y unidos por su propia piel que hace de frontera, dándole la sensación de tener un adentro y un afuera, condición “sine quanum” para sentir un espacio interno propio, así como para sentir el objeto que, a su vez, tiene un espacio propio. Al igual que Didier Anzieu, habló de un “Yo corporal” o “Yo piel”.

A medida que el cuerpo del bebé se desarrolla, aparecen otras muchas sensaciones que van en el mismo sentido de “crear frontera” de la piel. Así la boca puede sentirse como un agujero que se llena por el pezón de la madre, o la mano cuando coge cosas; también funcionan como frontera los ojos, los oídos, el orificio anal, etc., son agujeros que se pueden rellenar por los objetos.

Sin embargo, no todos los psicoanalistas aceptaron esta noción de E. Bick sobre la piel como “órgano de contención”, por varias razones que ellos argumentaban. Para el mundo psicoanalítico el método de observación de E. Bick no era psicoanalítico porque es un método preverbal que no utiliza el lenguaje y limita así la validez de los resultados. Hasta entonces los psicoanalistas más clásicos (los freudianos) trabajaban con el nivel de “representación del mundo” y los kleinianos con el nivel de “los primitivos mecanismos de defensa”, mientras que E. Bick trabajaba con los “sistemas de identidad, de estar existiendo”. Muchos analistas la acusaban de reduccionista al interpretar únicamente la catástrofe infantil. E. Bick representaba al bebé en su “pasiva dependencia con su objeto madre” quien le daba al bebé su sentido de identidad, mientras que M. Klein describía los “activos” procesos de escisión del self en el niño.

Otro punto de debate contra E. Bick, fue que para los psicoanalistas era muy difícil entender los inicios de la infancia del paciente. Además, en su época en que ella inició sus observaciones, los psicoanalistas estaban más preocupados por los movimientos transfero-contratransferenciales que para ellos eran muy importantes, que por observar a los bebés.

A pesar de todo, muchas de las cosas que describió E. Bick siguen aún hoy día vigentes en la clínica, con su concepto de “identificación adhesiva” que fue expuesto por ella a comienzos de los años 70 y por Meltzer en 1975, quien aplicó las ideas de Bick como instrumento de una técnica analítica para niños autistas. En los casos donde fracasa la primera introyección del primer objeto, se descaminan las primerísimas etapas del desarrollo, siendo imposible para el bebé el recurrir a una adecuada identificación proyectiva en la medida en que falta un sentimiento de espacio interno. Ambos hablaron de la “segunda piel” que Bick consideró como un acto de mimesis y que representa para ella la experiencia y la fantasía de adherirse a un objeto en vez de hacer una proyección en él, debido a un defecto en el desarrollo de un sentimiento de espacios internos. El bebé se relaciona en este caso con objetos en dos dimensiones, sin profundidad, y lo que hace es escurrirse inconteniblemente en un espacio sin límites, experimentando una disolución o aniquilación que Bick relacionó de manera específica con los horrores del espacio exterior. E. Bick, lo describe así: “Cuando el bebé nace, queda en pa posición de un astronauta proyectado al espacio exterior . E. Bick lo describe así: “Cuando el bebé nace, queda en la posición de un astronauta proyectado al espacio exterior sin cápsula espacial (…). El temor predominante del bebé es el de desintegrarse o licuarse. Se lo puede ver en su temblor cuando retiran el pezón de su boca o cuando lo desvisten.”

Cuando el objeto contenedor se ewstablece de una manera particularmente insegura, a fin de mantenerse unido, el bebé genera fantasías omnipotentes que le evitan la necesidad de hacer la experiencia pasiva del objeto por una pseudos-dependencia, a través del uso indebido de ciertas funciones mentales o aún talentos innatos que intentan sustituir  al contenedor cutáneo (Bick 1968). El desarrollo precoz del habla que procura el sonido de la propia voz o un desarrollo muscular exagerado que deja el cuerpo “rígido y unido”, son ejemplos típicos de esta “doble piel”. Desde otros caminos teóricos, Winnicott habló de “falso self” y Helene Deutsch de personalidad “como si” (“as if”).

Decíamos que le método de observación de E. Bick era un ejercicio de formación para psicoterapeutas, psicoanalistas, etc., y también un ejercicio de investigación que ha aportado nuevos conceptos a la clínica, así como al conocimiento de los primeros estadios del desarrollo de la personalidad. A estos dos aspectos habría que añadir un tercero no menos importante que es el de ser también un ejercicio de tratamiento y de cambio.

Rápidamente, el método básico de observación de bebés instaurado por E. Bick se extendió a otras situaciones distintas de la de observar un bebé en su entorno familiar. Desde la observación de la vida fetal a través de la ecografía y ulterior seguimiento después del nacimiento, a la observación de bebés en incubadoras de servicios de neonatología, observación de niños autistas en centros especializados, observación de mamás “canguro” en bebés prematuros, observación de bebés en guarderías, observación a domicilio de niños que sufren severas patologías del desarrollo psíquico, etc.

El Dr. M. Pérez Sánchez gusta decir que “lo que se observa se vuelve mente”, lo cual resume bastante bien la función terapéutica de la observación. Didier Houzel distingue cuatro funciones terapéuticas que están en juego en toda observación:

  1. Función de receptáculo del sufrimiento de los padres. El observador recibe y contiene el sufrimiento psíquico del padre o de la madre que expresan sus angustias, sus dudas, sus decepciones, etc. Un sufrimiento expresado y compartido pierde gran parte de su toxicidad psíquica. En ausencia del observador, sería el niño el que recibiría todo este sufrimiento con los riesgos que ello comporta para su salud y su desarrollo mental.
  2. Función de recalificación de los padres. Muy a menudo las madres se sienten descalificadas en su función materna, sobre todo las madres de niños autistas o con serias dificultades mentales; a veces reaccionan como si cualquier otro supiera más que ellas de cómo ocuparse del hijo y no confían en su propia intuición. Ello se traduce en mensajes muy sutiles dirigidos al observador que es importante sepa captar: petición de opinión y de consejos, comportamientos inadecuados para que el observador las vea realmente incompetentes, etc. Si el observador consigue no identificarse a la instancia descalificadota proyectada en él, se verá cómo poco a poco la madre retoma confianza en ella, demuestra intuiciones justas y encuentra soluciones a las necesidades y demandas del hijo.
  3. Función de selección de las confusiones de generaciones. Puede ocurrir que un progenitor se sienta como un niño rivalizando con su propio hijo. Para comunicarse con un niño el adulto debe recuperar él mismo sus propios aspectos infantiles en un movimiento de regresión que si no es reversible, por identificación proyectiva con su propia parte niño, perderá el contacto con su yo adulto y habrá una confusión de generaciones fuente de de dificultades relacionales muy importantes y de serio fracaso de la función materna o paterna. La función de receptáculo del observador del sufrimiento de los padres, generalmente de origen infantil, disminuye el riesgo de confusión generacional al disminuir los efectos patógenos de la regresión patológica. Al mismo tiempo la función de recalificación de los padres refuerza sus aspectos adultos.
  4. Identificación a la función observadora. Para Houzel es el último componente del proceso terapéutico que conlleva toda observación. Se trata de una identificación a la función de observación del observador y no a su persona como tal. Para ello el observador tiene que renunciar a sus fantasías de progenitor ideal y hacer el duelo de las identificaciones grandiosas a sus padres idealizados. Esta identificación a la función observadora se manifiesta viendo a los padres tomar cada vez más interés en seguir el desarrollo de la vida psíquica de su hijo, convirtiéndose a veces en excelentes observadores lo que, a su vez, es un ingrediente esencial para el desarrollo psíquico del hijo.

LA OBSERVACION PSICOANALITICA: BICK, BION.


1) ACERCA DEL CONCEPTO DE VERDAD EN LA TEORÍA PSICOANALÍTICA:

Desde la teoría psicoanalítica, especialmente con Bion, uno de sus axiomas apunta a que la verdad es necesaria para el crecimiento del aparato mental. Un aparato mental expuesto a mentiras no crece. Es necesario e interesante que podamos pensar por qué. Aquí verdad es muy similar a realidad. El modelo básico es: “cuanto contacto con la realidad puedo yo crear”. Realidad  en este contexto es leída como verdad y esa es una postura, en el fondo filosófica, en que lo verdadero, lo estético y lo real son una misma cosa. Esto es platónico, pero es lo que se ve aparecer cerca de dos mil años después en la teoría analítica. El objeto estético, del que se habla mucho en términos analíticos, lo vemos en Platón. El concepto inconsciente del pecho del que hablan Freud y Klein es lo mismo que el conocimiento de la forma de Platón aplicado a una situación específica (éste identifica la forma como la a la existencia de un tipo de clase de “algo”, lo cual existe independientemente de que eso exista (ejemplo: la idea de jarrón no tiene una forma sensorial, sin embargo está presente en todo tipo de jarrón, pero solo un jarrón determinado X, puede convertirse en fenómeno y en esta forma puede ser reconocido como el jarrón X). Bion declara a Platón como alguien que preconizó la “preconcepción” del objeto interno kleiniano y de la anticipación innata. Así, esta idea de lo verdadero, parece estar basada en la experiencia de realidad.

La idea de acercarse a lo verdadero en el aparato mental es distinta de entender el proceso primario sólo como la acumulación de energía libre, o sea, funcionamiento inconsciente. Es interesante la idea de gradientes, de espectros de funciones mentales que se ven aparecer en grados crecientes de integración o no. Grados de variables existen de: distorsión, exactitud y de representación; uno puede construir espectros que van desde una distorsión mínima a una máxima, grado mínimo de justeza de representación a un grado máximo de verosimilitud en la representación. Dicho de otra manera, vamos a tener que pensar en grados variables de correspondencia, de correlaciones, entre relaciones, entre representaciones mentales y sus referentes tanto internos como externos.

La función consciente es aquello que está haciendo constantemente una función de transformaciones de esas representaciones que están distorsionadas en mayor o menor medida, más o menos ajustadas a la representación de lo real. En este modelo, la representación mental se construye; en el otro modelo la representación mental sucede; en el modelo económico la representación mental está, lo que cambia es la carga de energía que uno coloca. Así, lo que hay que pensar es cómo se construye esa representación mental. Dos procesos fundamentales están implícitos: uno, consideraciones que tienen que ver con desarrollo y, dos, consideraciones relacionadas con fenómenos defensivos.

Las defensas (esquemas que van a modificar la construcción de la representación) son aquellos procesos mentales o biológicos que distorsionan la exactitud de la representación construyendo una representación distinta.

El cambio a que aludimos es el paso desde una representación mental hecha, dada, como sucede en el modelo de Freud, a una representación mental que se construye, y es en ese proceso de construcción donde actúan las defensas que van a distorsionar, que van a crear “mentiras”. Ese es el fenómeno a que quería aludir.

Pero Bion, además formula que la mentira es un pensamiento que requiere de un pensador que la formule, en cambio la verdad no necesita de ninguno. Ejemplo, decir que la pared es blanca no requiere de nadie que lo piense o lo contenga, es una verdad que se contiene por sí sola. Cuando un pensador se siente esencial para el pensamiento entra en un conflicto de celos y envidia hacia algún otro que también se sienta esencial para ese pensamiento, así, el enunciado de que los pensamientos presuponen un pensador, es solamente válido para la mentira.

En el modelo elaborado por Bion para describir los procesos de pensamiento, partes de la personalidad que mantienen un vínculo de dependencia y, en potencia, una relación amorosa con el objeto bueno son impulsadas constantemente por las mentiras a abandonar su relación con la verdad. Esta es pues la fuente “primordial” de la enfermedad mental. Si tal como él dice, la verdad constituye el alimento de la mente y las mentiras su veneno, entonces, si se le proporciona la verdad, la mente es capaz de crecer y desarrollarse y, viceversa, si se la envenena con mentiras, degenera hacia la enfermedad mental, que podría considerarse  una especie de muerte de la mente.

 

  • HACIA LA COMPRENSION DEL CONCEPTO BIONIANO DE OBSERVACION ANALITICA.

Para Bion, las teorías psicoanalíticas, así como los enunciados del paciente o del analista, son representaciones de una experiencia emocional. Según él la comprensión del proceso de representación ayuda a comprender tanto a la representación misma como a lo que es representado. La teoría de las representaciones pretende establecer el encadenamiento de los fenómenos en los que la comprensión de un vínculo o un aspecto de ese vínculo puede facilitar la comprensión de todos los otros vínculos.

Este estudio pone el acento en la naturaleza de la transformación en una sesión de análisis. De forma más precisa, nos parece que Bion intenta elaborar una teoría de las transformaciones que da cuenta del traumatismo infantil con sus salidas psíquicas más o menos satisfactorias, en el caso en que el objeto esperado está ausente, y obliga al psiquismo a tratarlo solamente en presencia del objeto real; el objeto real se revela siempre “dolorosamente” insatisfactorio. De aquí la dificultad del sujeto para hacer frente tanto a su presencia como a su ausencia: dolor psíquico, cambio catastrófico, realización inmediata por la alucinación; alucinación cuya cualidad se concibe como la cosa en si misma (no el pensamiento de un pecho, sino el pecho mismo).

Bion se inclina especialmente en las vicisitudes psicóticas del pensamiento, sobre lo que especifica lo incognoscible y lo impensable del no-pensamiento. Ante tal vivencia psíquica, el paciente debe elegir entre transformar lo que podría ser una no-cosa en un pensamiento o utilizar esta no-cosa como base de una actividad alucinatoria de donde habría salido una serie de transformaciones en alucinosis, actividad diferente de aquellas “en pintura, en música, en matemáticas, así como en toda comunicación verbal”.

En este último caso de representación, la diferenciación es tanto más necesaria en cuanto que las mismas palabras se utilizan a la vez en la expresión de la comunicación verbal y en las transformaciones en alucinosis, mientras que la palabra que representa un pensamiento no es la misma que la palabra idéntica a cuando representa una alucinación.

Este proceso de transformación reclama dos nociones clave: la que especifica el punto de partida, el origen (O); y la que identifica el elemento que en el momento de toda transformación permanece idéntico: la invariante.  Bion se interroga sobre las invariantes propias del psicoanálisis y sobre las relaciones que mantienen entre ellas. Las nociones de transformación y de invarianza plantean el problema de la grabación, de la memoria y de la anotación; plantean asimismo la capacidad de las personas para desprendernos de la representación, para afrontar y superar la frustración, la decepción, el displacer. (O) denota la realidad última, la verdad absoluta, el infinito, la cosa en sí misma. Si (O) puede concebirse como una transformación, a su vez no puede conocerse. Este incognoscible incluye un potencial emocional de donde puede surgir el dolor y creo que sugiere la importancia que Bion le da al traumatismo infantil.

(O) se transforma así en un elemento de conocimiento cuando se ha evolucionado hasta un punto en que puede concebirse gracias a la capacidad de anticipación y “al saber sacados de la experiencia”.  Gracias al mecanismo de identificación proyectiva, (O) se convierte en conocida cuando es una (O) común al analista y al analizando a través del descubrimiento de invariantes comunes. Para Bion esta (O) común depende del analista. Cuanto más real es, sin presupuestos de base, (podemos incluir el “sin memoria ni deseo”), más puede hacerlo solamente con la realidad del paciente. (Como hemos visto con anterioridad, Bion reclama una noción que juzga esencial para el psicoanálisis: la verdad)

La experiencia original, para el psicoanalista, consiste en analizar a su paciente sin presupuestos básicos, y solamente por medio de sus capacidades sensoriales, emocionales, de ensoñaciones, de escucha y de digestión psíquica. Esta experiencia original está transformada en una descripción psicoanalítica.  A este grupo de transformación, donde el analista permite liberarse de las invariantes, se añade la interpretación, que representa ella misma una transformación. Es así como una interpretación será comprensible porque ella incluye las invariantes en la situación edípica, porque toda interpretación pertenece a la clase de enunciados que incluye las invariantes en una teoría psicoanalítica dada. Una transformación según la teoría de Klein no posee las mismas invariantes que las que se comprenden en una transformación según la teoría freudiana clásica.

Bion considera que existen las mociones rígidas, es decir, las transformaciones que casi no entrañan deformaciones en el caso en el que algunos sentimientos e ideas, que pertenecen a la sexualidad infantil y al complejo de Edipo, se transfieren con una unidad y una coherencia características a la relación con el analista. La noción de vértice, que permite escapar a la fijeza que sustenta toda repetición y todo saber definitivo, participa así en el proceso de descubrimiento.

Bion compara esta actitud de observación psicoanalítica a la del matemático, que, en ausencia de cualquier otro objeto que no sean sus objetos matemáticos, puede buscar por medio de su anotación y de sus formulaciones resolver un problema específico (1). Efectivamente, hasta cierto punto, el analista puede hacer lo mismo por medio de sus intercambios verbales. Puede trabajar (emocional y conceptualmente) con su paciente, transformar su experiencia en palabras, comunicarle sus resultados o ponerlos a disposición de otro analista que podrá a su vez utilizar el trabajo ya realizado en el momento de enfrentar un nuevo caso y un nuevo problema. Así, determinado trabajo se ha hecho ya, en ausencia del paciente, para que avance la solución de un problema general y someterlo enseguida a un uso específico en una situación específica. El ámbito del analista se sitúa, por decirlo de otra manera, entre el punto en el que el sujeto recibe las impresiones sensoriales y el punto en el que da una expresión a la transformación que ha realizado.

(1) En este orden de cosas, me parece oportuno señalar que la propuesta metodológica de Bick “observar y nada más”, no se aleja de esta idea. Propone que el observador haga frente a una situación con sus solas herramientas para enfrentarse al fenómeno transferencial. Que se asombre, que se enfrente a las ansiedades de la situación con sus propios recursos, que se acerque a la verdad (la realidad, lo que se observa), que lo que se observa se vuelva mente, que libere al objeto observado de prejuicios. Que aprenda, que atienda, tome nota para procurar situarse en cada momento con la realidad en sí misma.